Su imagen puede parecer agresiva, pero cuando se le escucha, la misma poesía que destilan sus imágenes se aprecia en sus palabras (con algún exabrupto de por medio, eso sí). Habla despacio y hace largas pausas. Dice que ordena su cabeza. Y también que él por la mañana no es persona (el encuentro es a mediodía). Hasta mayo, este maestro de la fotografía se desnuda en la muestra Autorretrato (La Virreina, Barcelona). Dice que le daba vergüenza pero que, finalmente, aceptó el reto.

--Es un fotógrafo de renombre, pero asegura que quiere hacer otras cosas: escribir guiones, audiovisuales. Para despejar dudas, ¿va a dejar de lado la fotografía?

--No. La foto sigue. Lo que estoy haciendo con ella y con las palabras son narraciones visuales. Pero para eso necesito las fotos, que es lo que me alimenta. Necesito la fotografía para alimentar el sueño de ver. Es lo que da sentido a la narración.

--Sus admiradores se quedarán más tranquilos.

--Me importa una mierda lo que piense la gente. El trabajo fotográfico lo necesito para mí. Mientras me alimente ese sueño, el deseo de ver...La fotografía está en mi vida. Pero necesito hacer narraciones visuales. En ese campo voy aprendiendo. Empecé con la trilogía Los tres vídeos tristes , después hice el vídeo para una exposición del Museo Reina Sofía, De donde no se vuelve , y ahora me gustaría empezar algo nuevo. Pero primero necesito escribir. Sin texto no voy a ningún lado.

--¿Y qué tal eso de escribir?

--La creación cada vez es más compleja. No tengo disciplina. No soy escritor. Lo que más me cuesta es ponerme a escribir el texto del vídeo. Con la palabra no tengo seguridad. Con la fotografía y con la imagen en general, sí. Porque la imagen llega un momento que se sueña. Y la palabra me cuesta soñarla. Tengo que descubrirla. Me cuesta horrores.

--Quizá pueda llegar a soñar también las palabras.

--Sí, sí, pero es diferente. Me siento ante un papel en blanco y, a veces, tengo ataques de pánico. A veces lo vivo como un fracaso personal. Me cuesta, pero me he ido enganchando. Así son los cambios.

--Cuando usted empezó a hacer fotos le tocó también una España en pleno cambio.

--En los años 70, cuando yo me formé, la España que viví era muy pobre, había recesión económica. Las cosas no eran fáciles y las ideas también eran otras. La agitación, la transgresión, la compulsión y el estar en contra del sistema eran valores en alza entre la juventud y fueron detonantes de cambios. Y lo fueron porque todo el mundo quería algo mejor: una España más moderna, una España mejor. Y ahora otra vez hemos llegado a una situación... (piensa un buen rato) La cultura, la sanidad, mires donde mires ¡todo es un erial! ¡Un erial, sí! Y está en manos de todos nosotros el hacerlo mejor, pero también está en nuestras manos el decir: "¡Ya! ¡Se acabó!".

--¿La situación política y social que vive España le motiva para sacar la cámara?

--La cámara no sé si es el instrumento, pero claro que me motiva. Me motiva quejarme. ¿Qué es esto? ¿En qué hemos convertido esto? Siento vergüenza. A este país lo castramos nosotros. Siempre es lo mismo. La historia de España. Mi madre estudió Historia y de niño, como suspendía todo, me daba clases (risas). Ella siempre decía que en España se hacía carne la maldición de El cantar del Mío Cid : "Qué gran pueblo si hubiese gran señor". Y es verdad. Vivimos una situación vergonzosa. Todo está sucio, corrupto. A todos se nos pide un esfuerzo, y lo primero es quejarnos. También nosotros somos culpables si no nos hacemos oír. Con la cámara no sé si puedo hacer algo. No voy a ir ahora a hacer las fotos a una manifestación. Eso no se me da bien. Pero quejarme, sí. ¡A las barricadas! (canta y ríe). Eso se me da mejor.

--¿Qué opinión le merece el movimiento de los indignados?

--Ya no hay movimiento de indignados. Indignados somos todos. La sociedad entera somos indignados.

--¿Cómo considera que va a acabar?

--Una cosa es lo que yo quisiera y otra cosa es lo que va a pasar. Nos mentiran una vez más, nos callaremos una vez más. Pero el corazón me dice algo distinto. Me gustaría más compromiso por parte de todos.

--Hay que tener fe, ¿no?

--Sí, la fe que no falte.

--¿Qué referentes tiene cuando trabaja?

--No tengo ninguno. Soy un poco inculto. Tanto en fotografía como en vídeo. Pero en cine tengo más. En los años 70 y primeros 80 iba mucho al cine. Iba a ver cine negro con los colegas. Ponían Sed de mal y decíamos: "¡Joder, cómo empieza ese plano secuencia!". La fotografía no me importaba, pero sí la iluminación. He alimentado mis ojos viendo esos largometrajes, viendo El tercer hombre . Más adelante sí me compré libros, descubrí a fotógrafos como Henri Cartier-Bresson y la fotografía empezó a tener nombres y miradas propias para mí. Pero ahora no compro libros de fotografía. ¡Qué coñazo!

--¿Está ahora al tanto de lo qué se hace en el mundo del arte?

--(Interrumpe rápido). ¡Huy no, qué aburrido! Soy todo un desastre. Tengo interés en los seres