La hispano-sueca Ingrid García Jonsson (Skellefteå, 1991) se rige en su carrera como actriz por la máxima: «Si no lo has hecho antes, vale la pena». Lo importante, más allá de firmas o formatos, es no dejar a un lado el desafío ni el aprendizaje. Este fin de semana ha estrenado la comedia de vocación popular La pequeña Suiza, pero también presentado en el D’A Film Festival de Barcelona la muy autoral Love me not.

-¿Qué le atrajo del proyecto de Love me not?

-Lluís Miñarro, el director, contactó conmigo y me dijo que tenía esta película y si quería hacerla. Me atraía, sobre todo, su forma de trabajar. Él no cuenta mucho a los actores. Has de confiar y hacer lo que te pide. Dentro de este concepto, sin embargo, hay mucha libertad, porque el guion no es una cosa fija ni las escenas se plantean como una cosa estática, aunque puedan tener esa puesta en escena tan teatral.

-La película reinterpreta, desde una óptica bastante lúdica e insólita, el mito bíblico de Juan Bautista y Salomé. ¿Estaba familiarizado con él?

-Conocía la historia de Salomé, sobre todo por referencias de cuadros. No había leído la obra de Oscar Wilde, pero sí que conocía la historia de la Biblia. Por la canción de Chayanne… (risas).

-¿Y con Salomé, la cantante eurovisiva [a la que también se recuerda en la película], estaba familiarizada?

-Bueno, es que Vivo cantando forma parte de la iconografía española. Todos los años en Eurovisión vuelven a poner la actuación. Es una imagen difícil de olvidar.

-En su carrera se ha movido entre extremos, entre lo más industrial y lo más, digamos, artístico, con toda comodidad.

-Lo que quiero es ser buena actriz. Tengo que aprender. Y para eso he de trabajar mucho, y trabajar en cosas muy diferentes. Cuanto más distintos sean los proyectos entre sí, más voy a ir aprendiendo y madurando profesionalmente. Intento no decir ‘no’ a nada que suponga un reto.

-Lo importante es tomarse todo con la misma seriedad, ¿no?

-Intentar hacerlo lo mejor posible y aprender de lo que hay alrededor. Los procesos nunca son los mismos. Love me not se rodó en dos semanas en el desierto, en México, y La pequeña Suiza durante dos meses en Donosti.

-¿Qué clase de actrices le inspiran?

-Nicole Kidman también suele saltar entre extremos. Y además es muy inteligente. Si fue la primera actriz americana en trabajar con Yorgos Lanthimos [en El sacrificio de un ciervo sagrado], es porque está alerta y atenta. Pero en realidad me inspiran casi todas las actrices. Me inspiran más los buenos curros que las figuras.

-¿Qué tienen en común los personajes que han significado más para usted?

-Hasta ahora me han interesado mucho los personajes que tienen una parte oscura, un secreto. Es una herramienta muy interesante para trabajar. Y como yo, por alguna razón, no tengo secretos, es algo que me atrae. Muchas veces me dicen «tienes el personaje luminoso de la peli» y eso no me hace tanta gracia, la verdad (risas). Después, también me interesa trabajar con acentos. Hubo una película que no pude hacer, porque se solapaba con Love me not, y que era un poco mi proyecto soñado: iba sobre una argentina que aprendía a hablar sueco, o una sueca que aprendía a hablar español en Argentina, y que además tenía un secreto gordísimo. ¡Era todo lo mejor junto!

-No parece tener mucha timidez con el tema de los desnudos. ¿El cuerpo es otra herramienta más de la interpretación?

-Yo lo que hago es presentar la vida de las personas. Si en el proyecto aparecen temas de sexualidad o desnudos que están justificados, yo lo que tengo que hacer es presentar eso con la mayor veracidad posible. No tengo mucho problema. A ver, no voy desnuda por la calle, ni voy a playas nudistas, y no tengo una buena relación con mi cuerpo, pero yo tengo que hacer lo que es necesario para la película. Si considero que es gratuito, pues no.

-Cuando le toca hacer alguna escena de sexo, ¿se pregunta o debate con el director si esa escena expresa algo que solo se puede expresar así?

-Siempre, siempre. Pero yo confío mucho en los directores con los que trabajo. Por otro lado, tenemos ciertos tabúes sobre el cuerpo que quizá no son tan importantes. Igual hace un tiempo, pero no ahora. Ahora mismo en televisión estamos viendo a gente desnuda constantemente.

-¿Qué puede contarnos sobre Instinto, la serie de Movistar+? ¿Es un Eyes wide shut a la española?

-Es un poco Eyes wide shut, un poco Shame, también 50 sombras de Grey… Cada espectador verá algo distinto, según sus referencias. Lo presentan como un thriller erótico, pero al final es un drama sobre personajes que ocultan algo. Cada uno se relaciona con el entorno de una manera muy particular; muchos a través de la sexualidad, algunos a través de otros sistemas. Para ser una serie de Bambú, que viene de hacer cosas como Las chicas del cable y Velvet Colección, es muy atrevida, muy diferente; se la están jugando mucho porque no es algo que se vea habitualmente en televisión en España.

-Hace cuatro años decía “Un día se van a dar cuenta de que soy una impostora y se me va a acabar el chollo”. ¿Todavía sufre el síndrome de la impostora?

-Sí, sigo pensándolo todos los días. Pero también me pone las pilas para trabajar más. Y ser mejor. Para que no se den cuenta del fraude que soy. También me siento afortunada de haber engañado a la gente durante tanto tiempo.

-¿Entonces está contenta con su papel en la vida, o fantasea con ser otra Ingrid, como su personaje en Ana de día?

Estoy contenta. La situación en la que estoy ahora está muy bien. Pero, si le soy sincera, quiero más. Y dentro de 10, 15 o 20 años, espero haberme convertido en la actriz que creo que puedo ser. De momento estoy en búsqueda.