Autor del guion de dos de los mayores éxitos de taquilla del cine español reciente, El orfanato y Lo imposible, Sergio G. Sánchez (Oviedo, 1973) llevaba casi dos décadas esperando cumplir un viejo sueño vocacional: escribir y dirigir su propia película. En El secreto de Marrowbone, Sánchez alza al fin el vuelo en un viaje a universos reconocibles, el del cuento gótico de fantasmas, a través de la historia de cuatro jóvenes hermanos que mantienen en secreto la muerte de su madre y se refugian en la casa familiar para evitar ser separados. La película, rodada en inglés con un estupendo reparto de jóvenes actores (Anya Taylor?Joy, Charlie Heaton, Mia Goth, George MacKay), llegó el 27 de octubre a los cines.

-Alguien ha definido ‘El secreto de Marrowbone’ como una historia de Enid Blyton en tono gótico, oscuro.

-Sí, creo que es una buena definición. La película tiene algo de eso, de aquellos libros de Los Cinco, de Las torres de Malory, ese universo de niños que viven sin supervisión adulta. La película tiene algo de otra época, es muy naíf, muy inocente, un cuento en el que se intenta preservar una infancia que ya no existe. Aunque por debajo, las cosas que pasen sean terribles.

-Muchos de sus trabajos como guionista y su ópera prima como director se acercan a la familia, a los traumas familiares. ¿Hay alguna razón que explique este interés?

-Si lo supiera, probablemente no escribiría estas historias [encoge los hombros, harto, quizá, de que todo el mundo le haga la misma pregunta]. Cuando te pones a explicar algo es porque hay una zona de ti mismo que no conoces del todo. Y es un poco explorar, excavar a ver qué descubres ahí. Vengo de una familia de cinco hermanos y pasábamos mucho tiempo juntos en casa. Mis padres trabajaban los dos y tendían a hacer apariciones estelares a principio y final del día. Quizá en ese microcosmos de hermanos que constituyen entre sí una familia hay algo que resuena especialmente dentro de mí.

-Rodó su primer corto en el 2000. Ha tardado 17 años en rodar su primer largometraje. ¿Por qué una espera tan larga?

-Por una combinación de cosas. Aquel corto lo rodé cuando ya tenía escrito el guion de El orfanato. De alguna manera, era mi tarjeta de presentación para que me dejasen dirigir El orfanato. Moviendo ese corto conocí a Jota (J. A. Bayona) en un festival. Él trabajaba con la productora Rodar y Rodar. Buscaban un proyecto. Y les dejé el guion de El orfanato para que viesen mi forma de trabajar, por si les gustaba y así me encargaban otra cosa para que la dirigiera Jota. Pero se lo leyeron y les entusiasmó. ¿Y por qué no hacemos este? ¿Para qué esperar?

-Así que se quedó sin poder rodar su propio guion. ¿Le frustró?

-Yo en aquel momento estaba poniendo copas en un bar y me pareció que era una buena forma de trabajar en algo que se pareciese remotamente a lo que quería hacer, que era dirigir. Pero jamás pude imaginar que la película se acabara convirtiendo en algo tan grande, y que me cambiarían la etiqueta de director por la de guionista. Que El orfanato funcionara tan bien me abrió una gran puerta a hacer solo guiones que me apetecieran. Y, por supuesto, no podía dejar pasar la oportunidad de trabajar otra vez al lado de Jota en una película como Lo imposible. Esto, y mi obsesión por el cine con un acabado muy pulido, muy cuidado, explica que haya tardado tanto en dirigir mi primer largometraje.

-¿Se ha sentido cómodo al poder tomar, como director, el control creativo de su propio guion?

-Un guion es una historia contada en imágenes, y el guion, esas 120 páginas de papel, son una obra inacabada. Siempre había arrastrado una cierta frustración por quedarme solo como guionista. Es un oficio maravilloso, si eres un guionista de raza, pero tenía la sensación de que me faltaba llegar a ese último paso de cristalizar las imágenes en algo.

-¿Siente que el éxito de muchos de sus guiones le pone ahora el listón muy alto?

-Hombre, siempre te gusta sorprender en tu primera película, y cuando vienes con ese bagaje es difícil conseguirlo. Parece que lo único que puedes hacer es decepcionar (ríe). Y la gente creo que puede entrar en la sala con ideas preconcebidas. Es un pequeño hándicap, pero pesa mucho más el mimo, el cariño y el respaldo que he tenido a la hora de hacer la película.

-Señor Sánchez, qué le atrae del género fantástico? Su cine está siempre vinculado, de un modo u otro, al género…

-Me obsesiona lo fronterizo con la muerte, ya desde muy pequeño. Era un niño muy enfermizo, salía y entraba todo el rato del hospital. Luego sufrí un accidente de tráfico muy bestia del que estoy vivo de milagro. Y he cumplido unos años y me han tocado vivir pérdidas dentro y fuera del orden natural… Lo normal es que el padre preceda al hijo y he visto situaciones donde no es así. Son cosas que te crean una mella que intentas solucionar de alguna manera. En mi caso, cuento historias, busco curar mis heridas con esas historias.

-Su relación con J. A. Bayona ha sido muy cercana desde hace muchos años. ¿Qué ha significado para usted su participación como productor en su ópera prima?

-Jota ha sido como un escudo protector. Ha hecho un poco la labor que jugó Guillermo del Toro en El orfanato. Recuerdo que lo conocí aquí, en Sitges, a dos mesas de donde ahora estamos hablando, el año que vino a presentar El laberinto del fauno. «Utilizad mi nombre para lo que queráis. Y si necesitáis algo, me preguntáis», nos dijo. Y, bueno, Jota ha estado para protegerme. Por encima de todo es un director al que le gusta tener la última palabra en todas las decisiones y, como director que es, ha sabido respetar mi sitio.