Un pequeño sofá con la forma de los rojos labios de Mae West atrae a decenas de jóvenes chinos que se fotografían encantados junto a él en un domingo festivo. Seguramente no saben que lo diseñó Salvador Dalí para su teatre Museu de Figueres en 1972, porque en China España es un país remoto del que se ignora casi todo. Pero como una avanzadilla que quiere remediar esta ausencia, en el Museo de Arte Moderno de Shanghái, en el centro de la moderna ciudad china, se presenta la exposición 300% spanish design , abierta al público desde hace dos semanas pero que hoy inauguran los Reyes, de visita oficial en China.

La muestra se concibe como un elemento cultural propagandístico y es en realidad una adaptación de una embajada volante del diseño que ha preparado el arquitecto barcelonés Juli Capella y que se exportó a la Expo japonesa de Aichi.

DIVERSION Y FRESCURA Capella asegura que en el país de la copia industrial hay prometedoras reacciones. "Dicen que el diseño español es divertido y fresco", cuenta. Una proyección va desgranando en el museo chino algunos apuntes autóctonos con un toque de humor. Como imágenes de un porrón y una espardenya, el biscuter y el paquete azul de Ducados, un billete de lotería, el AVE o el Guernica mientras suenan Alaska y los Pegamoides. Y en unas vitrinas que rodean el sofá de Dalí hay objetos que ya son historia, como el mocho que reinventó Manuel Jalón (1957), el Cobi de Mariscal (1992), el Chupa Chups (recreado en 1959), la aceitera de Marquina (1960) o el insuperable sacacorchos de Olañeta (1932).

"El mensaje que queremos lanzar es que somos un país milenario y muy buenos en diseño", señala Capella. A través de 100 sillas, 100 lámparas y 100 carteles se desarrolla su tesis, que pone el acento en que sin alardes tecnológicos , pero con ingenio y tesón y, a veces, artesanía , el diseño español se ha ganado un lugar bajo el sol. "Si hubiera colocado 300 electrodomésticos quizá habríamos hecho el ridículo", dice.

Las 300 obras son una muestra concentrada de lo más significativo que ha dado en este aspecto el siglo XX. Como había que resumir, Capella ha hecho un ejercicio de síntesis con solo tres elementos. La silla, opina, "es el diseño por antonomasia, una arquitectura mínima a la que en seguida se le ven las trampas y una ocasión para el lucimiento para el diseño". Instaladas en unas tarimas, se suceden las sillas, firmadas como si fueran obras de arte por Rafael Moneo, Oscar Tusquets, Jorge Pensi, Josep Lluís Sert, Mariscal, y, como padre del protodiseño, Antoni Gaudí, cuyas manos --cuenta la leyenda-- dieron forma a las empuñaduras de uno de sus asientos. Una de las contribuciones más originales es el taburete diseñado por encargo de un dentista, que no solo evita cargarse de espaldas mientras se trabaja, sino que libera la entrepierna masculina mediante una estratégica abertura.

Entre las lámparas figura, como la más antigua, la filigrana veneciana de tejido de seda de Marià Fortuny, a la que siguen creaciones de Dalí, Alfonso Milà, Barba Corsini o José Antonio Coderch. Si en el campo del diseño de producto --objeto que se produce o se queda en prototipo-- abundan los diseñadores arquitectos, en el caso de los carteles hay artistas plásticos o dibujantes. Ese es el caso de los carteles de Picasso, Tàpies, o Dalí o que se presentan en las salas dedicadas a las artes gráficas. Con el cartel de Volver , acaba el recorrido. La exposición está en uno de los pisos del museo de Shanghái, compartiendo espacios con el arte contemporáneo más rabiosamente actual, con profusión de vídeoarte, y por tanto muy concurrido por un público joven.