La directora extremeña ha escrito y dirigido ´El jardín del mundo´, una obra sobre la tortura que la compañía extremeña Las cuatro esquinas estrena hoy en Badajoz

El jardín del mundo es un catálogo de horrores sobre la tortura. Escrito y dirigido por Memé Tabares, este texto teatral huye del sensacionalismo de mostrar la tortura, pero no ahorra detalles del sufrimiento y da palabra a víctimas y verdugos, vecinos pacíficos por el día y extremadamente violentos en su tarea. Tabares ha construido su obra a partir de informes sobre tortura y de testimonios de víctimas, fundamentalmente latinoamericanas, pero también del Holocausto. Hoy la estrena la compañía extremeña Las cuatro esquinas en el teatro López de Ayala. En el mismo teatro, Amnistía Internacional de Badajoz mostrará información sobre este fenómeno.

--¿Qué siente un torturador?

--No siente nada porque no se pone en el lugar del otro. Ha sido adiestrado para ello. En la Escuela de las Américas (una institución estadounidense de formación militar, por donde han pasado soldados latinoamericanos), una de las pruebas que enseñan es a convivir con un cachorro animal durante un año o año y medio, y al cabo de ese tiempo les obligan a sacrificarlo.

--¿Y un torturado qué siente?

--Hay una respuesta común. Y es culpa. Se sienten víctimas culpables. Otros adoran a su verdugo. Al ser vejados, al sentir horror, al ver su mundo hundido encuentran en el torturador a alguien limpio, entero, que es capaz de dirigirles una palabra amable.

--¿Y qué hay de los ciudadanos indiferentes a la tortura?

--Todos sabemos que hay tortura. Que ahora mismo están torturando en algún lugar. Y la respuestas que dan los ciudadanos es que no se puede hacer nada o que es responsabilidad de los gobiernos.

--¿Puede hacerse algo?

--Conocer que esto existe. Conocer cómo es capaz de transformarse alguien en un torturador, leer sobre los testimonios de las víctimas. En organizaciones como Amnistía Internacional disponen de informes que relatan estos hechos.

--¿Y qué le ha ocurrido cuando los ha conocido?

--A medida que iba leyendo me ponía fatal hasta que llegó un momento en que tuve que dejar de leer. Me levanté y me fui a una librería y compré un libro de poesía de Walt Whitman. Sus poemas me aliviaron y decidí que estarían en la obra. Ellos representan la otra cara de lo que somos. Si El jardín del mundo habla de que somos capaces de lo más tremendo, nuestro ser esencial es, sin embargo, el de Whitman. La tortura acabará erradicándose.

--¿Cómo afrontó la compañía una obra de estas características

--Lo pasamos muy mal. Ha sido un proceso emocional doloroso. Pero en la función todo está contenido. Hemos huido de mostrar algo explícito porque podría pensarse que no es creíble.