Acosado por el franquismo por sus posiciones republicanas y por su homosexualidad, el cantante de copla Miguel de Molina emprendió el camino del exilio que lo llevó a Argentina en 1942. De allí ya no volvería, a pesar de que Franco había muerto en 1975 y la democracia se había instaurado con éxito en España cuando él murió (en 1994).

Quien había inmortalizado coplas como La bien pagá fue enterrado en Buenos Aires. El pasado año, el prolífico dramaturgo Miguel Murillo escribió La última copla , un espectáculo basado en la vida de Miguel de Molina (a caballo entre el teatro y el musical), que estrenaron José Carlos Corrales y Pilar Boyero.

Corrales venía del mundo del cabaret del grupo La Botika y Boyero, una de las referentes de la copla en Extremadura, acumulaba tablas como cantante. En pocos meses, la cantante dejó el montaje por diferencias con el director Pablo Pérez de Lazárraga y fue sustituida por Raquel Palma, otra referencia de esta música en la región. Ahora Corrales y Palma vuelven a los escenarios con este montaje en una representación en el teatro Alkázar de Plasencia y otra, la próxima semana en el Gran Teatro de Cáceres.

El espectáculo muestra dos caras de Miguel Molina, y recupera la memoria de un personaje relevante en el panorama musical español del siglo XX. La obra acerca al espectador la vertiente más humana de una figura que sobrevivió a los avatares de su carrera negándose a que lo utilizaran y luchando siempre por imponer su arte y su verdad. Su gestos simbolizaron la pasión, la libertad y el compromiso, y nunca perdió el sentido del humor.

En su reseña en este diario, el crítico teatral José Manuel Villafaina señaló que el montaje "plantea con sensibilidad el tema del inhumano sistema de represión tras la guerra civil, con la deportación del cantante de coplas Miguel de Molina". Añadió que "es un espectáculo poco armado escénicamente --predomina más lo musical que lo teatral-- pero que irradia una cierta emoción popular".