La historia de Edward Snowden es tan reciente que todavía huele a pintura, pero eso no ha impedido al director Oliver Stone recrearla en el biopic Snowden, que el viernes llegó a España, incluidas las pantallas de los cines extremeños. El actor Joseph Gordon-Levitt es el encargado de dar vida al último enemigo público número 1 de Estados Unidos. Durante los tres años que lleva exiliado en Rusia, Edward Snowden se ha convertido en un icono. Su cara inspira arte callejero y decora camisetas, pins, estatuas y figuras Lego. Es idolatrado por casi 2,5 millones de seguidores en Twitter y participa desde una pantalla en conferencias, obras de teatro y programas de televisión. Posiblemente ni él mismo se esperaba algo así cuando en el 2013 apareció de la nada en los noticiarios, pálido como la muerte, explicando con elocuencia y una calma algo inquietante por qué había decidido hacer públicos documentos secretos relativos a programas de espionaje de varias agencias de inteligencia estadounidenses, que usaban la excusa de proteger a la ciudadanía, la de dentro del país y la de fuera, para husmear en sus vidas privadas.

Aquello, decimos, lo convirtió en algo así como el Che Guevara de la era del streaming. «Snowden es un gran adalid de lo que internet podría y debería ser», asegura Joseph Gordon-Levitt, que en el biopic encarna de forma increíblemente minuciosa al soplón más famoso de todos los tiempos. Cuando el director Oliver Stone lo llamó para ofrecerle el papel, Gordon-Levitt apenas había oído hablar de Snowden. Hoy se ha convertido en profeta de su causa. «Edward vio que internet está generalizando conceptos como interconexión, colaboración y solidaridad, y arriesgó su carrera y su libertad para luchar por ello. Mucha gente como yo se identifica con esa idea».

Inicialmente, su entorno trató de convencerle de que no aceptara el papel. «Me dijeron: ‘Es un personaje muy polémico, hacer esta película podría no ser comercialmente rentable», recordó el actor durante la première de Snowden en el pasado Festival de Toronto. «Pero yo no tomo mis decisiones en función de la rentabilidad comercial». Así ha sido desde el principio de su trayectoria profesional, o casi. Tras darse a conocer siendo un crío gracias a la sitcom Cosas de marcianos, Gordon-Levitt se las arregló para crecer de forma absolutamente digna dentro de la profesión y construirse un currículo genuinamente variado que incluye perlas del cine indie -Misterious skin (2004), Brick (2005)-, varias de las mejores películas de ciencia-ficción recientes -Origen (2010), Looper (2012)-, comedias con solera -(500) días juntos (2009)- y hasta una secuela de Batman.

Antes de darle vida, viajó en una ocasión a Rusia y se reunió con Snowden durante cuatro horas. «Edward no se cansa de decir que lo importante de su historia no es él sino los hechos, pero para mí lo importante sí era él. Necesitaba observarle y entender quién es». Trató de grabar la conversación, pero los abogados de Snowden le exigieron no solo que no lo hiciera, sino que mantuviera durante el mayor tiempo posible que el encuentro no había tenido lugar. «Tras hablar con él comprendí que hizo lo que hizo porque creía que con ello estaba sirviendo al país que tanto ama», opina el actor. «Él no quería juzgar los actos de su Gobierno, pero pensó que el pueblo debía saber lo que estaba ocurriendo y poder opinar sobre ello. Eso es lo que debería ser una democracia».

El Gobierno de Barack Obama ha insistido en que Snowden debe regresar a EEUU para ser juzgado por delitos de espionaje, y también los dos candidatos a la Casa Blanca, Hillary Clinton y Donald Trump, lo quieren llevar ante la justicia -en Toronto, Gordon-Levitt declaró esperar que el prófugo «reciba el perdón presidencial antes de que Obama sea relevado», porque aguardar que vaya a recibir un juicio justo «no es realista»-.

Héroe o villano

De decidir si Snowden es un héroe o un villano probablemente se encargue la historia, pero la nueva película prefiere no depender de ese veredicto. El hombre al que Gordon-Levitt da vida es un patriota orgulloso y comprometido que se alista en el Ejército tras el 11-S para luchar contra el terrorismo; que tras ser declarado no apto para la vida militar -demasiado enclenque— trabaja para la CIA primero y la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) después dispuesto a seguir defendiendo su país, pero que ve su idealismo resquebrajarse gradualmente mientras participa de los abusos cometidos por el Gobierno en nombre de la seguridad nacional; y que finalmente decide huir de EEUU con destino a Hong Kong, a la anodina habitación de hotel desde donde se dará a conocer al mundo.

Dice Gordon-Levitt que Snowden no se siente precisamente entusiasmado respecto a la existencia de la película. «Le resulta algo embarazosa», confirmaba el actor hace unas semanas en el Festival de San Sebastián. «Pero la asume como algo necesario. Le importa menos su confort que la posibilidad de hacer preguntas: si es justo que se nos espíe con el pretexto de protegernos, si la vigilancia masiva es un método efectivo contra el terrorismo, o si nosotros controlamos la tecnología y los gobiernos o ellos a nosotros. Quiere que la gente reaccione». Y Snowden es el tipo de película que provoca reacciones. Quizá, al salir del cine, sienta usted la tentación de cerrar su cuenta de Facebook; o de dejar caer el móvil en la pecera; o de subir a la azotea y hacer volar el laptop. No se corte. H