Erase una vez una "anciana" que no sabía escribir discursos. Pero un día tuvo que hacerlo. Y puso tanta sencillez y, sobre todo, tanto amor que acabó feliz y con lágrimas en los ojos. A sus 85 años, Ana María Matute, la niña rara que nunca quiso jugar con muñecas porque prefirió escribir sus historias, se convirtió ayer en la Universidad de Alcalá de Henares en la tercera mujer en recibir el premio Cervantes. Estaba tan feliz como nerviosa. "Preferiría escribir tres novelas seguidas y 25 cuentos a tener que pronunciar un discurso. No los menosprecio. Solo los temo", confesó la autora barcelonesa, cuya vida cambió el día que escuchó a alguien decir una frase mágica: "Erase una vez".

Vestida con un traje gris claro, luciendo una manicura más que perfecta, sentada en una silla de ruedas y acompañada por su hijo, la "anciana" del cuento mencionó a uno de sus amores literarios, El Quijote, ese gran soñador que tanto le aburrió cuando lo leyó por primera vez a los 14 años y tanto la enamoró cuando lo volvió a tener en sus manos, cumplidos ya los 18 y siendo una escritora casi profesional.

Soñar, como el hidalgo caballero, es sinónimo de vivir, defendió la autora de Paraíso inhabitado (2008). "San Juan dijo que el que no ama no vive. Yo me atrevo a decir que el que no inventa no vive", explicó. Después, rogó a todos los que estaban escuchándola que, si en algún momento tropezaban con una historia o con alguna de las criaturas que viven en sus libros, se las creyeran. "Por favor, creánselas. Creánselas, porque me las he inventado", concluyó con sorna.

SU UNICO AMIGO Delante de los reyes, Juan Carlos y Sofía, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y su esposa, Sonsoles Espinosa; la ministra de Cultura, Angeles González-Sinde; escritoras como Ana María Moix, Angeles Caso y Carme Riera, y cientos de invitados más (entre los que no hubo ninguna autoridad política catalana), la autora barcelonesa entabló una fantástica conversación con el único amigo que tuvo cuando era pequeña, cuando se sentía distinta porque las niñas de aquel tiempo no tenían nada que ver con ella. "Imitar a mamá y a las amigas de mamá era todo su futuro", criticó.

El amigo en cuestión era (y sigue siendo) un muñeco: Gorogó. Se lo regaló su padre, sabiendo que a su hija no le iban ni las muñecas ni los juegos de niñas. "Gorogó, estás aquí, a mi lado, viejo amigo", subrayó. A Gorogó le cuenta lo que no se atreve a contar a nadie. "Hoy también me espera en el hotel", aseguró.

Una vez presentado al público, la autora preguntó a su muñeco si se acordaba de "la timidez, el asombro y la audacia" cuando, a los 20 años, se asomó por primera vez al mundo editorial, del que lo desconocía todo. Con toda la inocencia del mundo, Matute llevó a Destino una novela escrita a mano, en un cuaderno escolar cuadriculado y de tapas de hule negro. "Libretas de la posguerra", especificó.

LEER, ESCRIBIR Y ESCUCHAR Todavía hoy se sonroja al recordarlo. Era la criatura "más ignorante" en lo que al mundo editorial se refería. Nadie en su familia había tenido nada que ver en la confección de un libro. Leían mucho, pero nada más. O nada menos.

"Afortunadamente, la lectura y los libros no escasearon en mi casa", alabó. "Desde que tengo uso de razón, he leído, escrito y escuchado", zanjó. La literatura es, confesó, "el faro salvador de muchas de mis tormentas". Lo fue, por ejemplo, con Olvidado Rey Gudú , su gran retorno a las letras en 1996 después de quedar hundida por una depresión, una factura más de la vida por haber tragado tantos sapos, según le dijeron los médicos.

Habiendo mencionado las libretas de la posguerra, la flamante premiada no pasó por alto el conflicto civil que hundió a España en el terror. La contienda le pilló con 11 años y se convirtió en uno de esos niños que tuvieron que hacer cola para conseguir pan o patatas. La niña Matute vio la muerte cara a cara y conoció el terror más indefenso: el de los bombardeos, que le cortaron de raíz la tartamudez. Por primera vez para ella cobró significado la palabra odio.

UNIVERSO La guerra civil también fue mencionada por el Rey durante su discurso, en el que destacó que la contienda dejó en la premio Cervantes una huella imborrable en su alma infantil y juvenil. En opinión de Juan Carlos --que cogió de la mano a la premiada durante el cóctel posterior--, Matute es una de las narradas más brillantes de habla hispana. "Su excelencia literaria y su deslumbrante universo imaginativo hace de ella una de las más grandes y singulares escritoras de nuestro tiempo", destacó el monarca después de agradecer a la escritora (que fue agasajada por la tuna de la Universidad de Alcalá de Henares) su genio para hacer pensar, sentir y soñar a tantos lectores de todo el mundo y de todas las edades.