El Festival de Mérida abre esta noche nueva temporada con la Antígona de Sófocles versionada por el dramaturgo extremeño Miguel Murillo, que ha convertido la vida de la heroína griega en la de una joven extremeña durante la Guerra Civil. El creador desvela a EL PERIODICO las claves de su texto.

--¿Cómo surge la idea de crear una Antígona de Mérida?

--Sabiendo que hace 75 años Mérida vivió la tragedia de la guerra civil, volvió a surgir el tema de Sófocles: el hombre frente a la sinrazón de la guerra. Me pareció además que podía ser un homenaje a ese teatro, que había servido a más de una persona para reclamar sus sentimientos en medio de todas las razones ilógicas que mueven un conflicto.

--¿Qué hace diferente a esta Antígona de las otras?

--Una cosa fundamental es que el escenario en el que se representa es el escenario en el que yo baso la historia. Tiene también una visión superadora, en la que Antígona resurge tras la tragedia. El valor de la poesía y de las personas que nos dedicamos a esto es acercar al espectador la esperanza de que la tragedia no es el fin del hombre.

--¿Por qué Bebe?

--Bebe le da una visión a Antígona muy próxima, muy nuestra, muy cercana. Si un héroe trágico tiene algo realmente importante es que no es un mito, sino que es humano, y Bebe le da una humanidad inmensa. Hace una interpretación que pone el vello de punta, porque se entrega totalmente, es una excelente actriz, y hace que todo gire en torno a su presencia.

--¿Qué significa para usted ver sus obras representadas en el teatro romano?

--Siento que es un privilegio enorme. Hay muchísimos autores con propuestas mucho más interesantes que las que yo pueda hacer. Posiblemente estoy dando menos de lo que me está dando a mí este teatro. Lo que se siente es indescriptible. Como autor tengo la obligación de poner al servicio del teatro lo que destilen los clásicos en mí. Y eso es una responsabilidad enorme, pero al mismo tiempo una satisfacción grandísima.

-- Por primera vez en su historia el festival está dirigido por dos mujeres, Blanca Portillo y Chusa Martín. ¿Qué han aportado?

--He visto algo en este festival que quizás echaba en falta en ocasiones anteriores, y es la enorme ilusión que tienen las directoras y el equipo, a pesar de los tiempos que corren. Estas dos mujeres se han empeñado en hacer un festival que diga algo, ahorrándose términos de comercialidad y otros trucos. Han ido al teatro con un amor inmenso, se han adentrado en él y es lo que van a ofrecer.

--Ha dicho que las directoras leyeron su texto con el corazón. ¿Es así como espera que reciba la obra el público?

--Habrá quien lo reciba como le dé la gana; habrá quien quiera encontrar defectos históricos. Yo no soy historiador, yo escribo teatro, ficción. Y la ficción se escribe con los trucos propios para llegar al corazón de la gente. Si el teatro no emociona, no provoca o no conmueve, no sirve para nada.