La literatura de Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958) se caracteriza por una singular maestría en los cuentos y en las piezas breves. Es sabido que los mimbres con los que construye sus textos están confeccionados por una prosa estrechamente ligada a la concisión y por una reiterada y fecunda obsesión no por acumular sonidos y sentidos, sino por recortarlos. La narratividad (el qué de la historia) se adelgaza hasta la extenuación.

Si una de las ineludibles marcas de la casa es la construcción de ambientes asfixiantes y opresivos, capaces de devorar a los propios personajes, si para Rey Rosa lo cotidiano es el reverso irregular de lo irracional y los mundos paralelos están teñidos siempre de una inusual incomunicación que atenazan sin remedio el vivir de los personajes, entonces Severina viene a confirmar la carrera de un escritor que parece tener muy claro quién es y qué hace aquí, en el mundo de la literatura.

Esta brevísima novela es la búsqueda agónica por un sentido de la existencia anclado en lo más cotidiano. Sin que apenas el lector se dé cuenta, la prosa austera y lacónica de Rey Rosa le va ganando terreno en la batalla por una historia de lo más real, pero cuya inquietante realidad parece que no pueda ser narrada solo con la verdad de los hechos. Si el lector quiere ver en el personaje extraordinario de Severina solo a la ladrona de libros que hace enloquecer al narrador y dueño de la librería La Entretenida, convirtiendo su vida en una carrera hacia ninguna parte, puede hacerlo. Si quiere ver en esta mujer que irrumpe en la librería, "esas gusaneras de ideas", al motor que desencadena el torbellino en el que se convertirá la vida de ambos, bajo la atenta mirada del abuelo de esta, transformado por momentos en su marido y preceptor, tendrá los más inequívocos argumentos.

Lo poco que se cuenta aquí produce en el lector la sensación constante de que no se está contando todo, de que tras los pocos sucesos que se narran hay miles que no se están relatando, que tras el mundo real de Severina se esconde un mundo paralelo sostenido por la fuerza envolvente de lo irracional. Es en este sentido que el quizá que focaliza el final de la novela es la cifra de todo el texto y, tal vez, de toda la literatura de Rey Rosa.