Nacido el 25 abril 1940 en Nueva York, Al Pacino ya tenía inscrito en sus genes lo que el cine le iba a deparar: de familia italo-americana, sus abuelos por parte materna eran originarios de Corleone, Sicilia, el lugar que visitaría tres décadas después en varias secuencias de El padrino. Entró en el Actor’s Studio en 1966 y en 1969 ya logró el premio Tony al mejor actor dramático de reparto por Does a tiger wear a necktie?, un drama en tres actos de Don Petersen que gira en torno a un grupo de drogadictos. No es de extrañar que su segunda interpretación cinematográfica fuera la de Pánico en Needle Park (1971), en un cometido parecido.

Al Pacino se convertiría en uno de los representantes más importantes, junto a Robert De Niro, Jack Nicholson, Robert Redford y Dustin Hoffman, del relevo generacional en el star system masculino que impuso el Nuevo Hollywood de los años 70. En un ranking de la revista Enquire en 1997, ocupaba el cuarto lugar entre las 100 mejores estrellas de cine de todos los tiempos.

Estrellato fulminante

Su meteórico estrellato se explica con la rápida subida de sus emolumentos. Por El padrino (1972) cobró 32.000 euros y dos años después, por El padrino 2, su salario ascendió a 450.000. Una década y media más tarde, al encarnar a un crepuscular y diabético Michael Corleone en El padrino 3 (1990), cobraría cuatro millones y medio, aunque su récord está en los 10 millones que ganó por su participación en Simone (2002).

También se ha mantenido lejos del foco de la prensa amorosa y sensacionalista. Se le ha emparejado con diversas actrices (Jill Clayburgh, Tuesday Weld, Diane Keaton, Debra Winger, Penelope Ann Miller, Mathe Keller, Lucila Solá), tuvo una hija con la profesora de actuación Jan Tarrant y dos gemelos fruto de su relación con Beverly d’Angelo.

Sus mejores interpretaciones las ha conseguido con directores con los que ha trabajado un par de veces como mínimo. Es el caso de Jerry Schatzberg, con Pánico en Needle Park y Espantapájaros (1973); Francis Ford Coppola, con los tres filmes sobre los Corleone; Sidney Lumet, su director en Serpico (1973) y Tarde de perros (1975); Brian De Palma, con el díptico mafioso formado por El precio del poder (1983) y Atrapado por su pasado (1993), o el Michael Mann de Heat (1995) y El dilema (1999). Con Martin Scorsese el encuentro ha sido tardío: El irlandés (2019).

Otros directores y otras películas han cimentado también su estilo hosco y duro, de voz rasposa, adaptado tanto a personajes estridentes como introvertidos: Justicia para todos (1979), de Norman Jewison; Revolución (1985), de Hugh Hudson; Asesinato justo (2008), de Jon Avnet -con Pacino & De Niro como dos policías a punto de jubilarse-, o su papel en Érase una vez en… Hollywood (2019) de Quentin Tarantino, como el agente que promueve la carrera europea del protagonista.

También ha probado la dirección con proyectos bastante inclasificables: Looking for Richard (1996), en torno a los ensayos de Ricardo III, o el díptico Wilde Salomé (2011) y Salomé (2013), exploraciones de la obra del británico Oscar Wilde.

No todo ha sido fácil, por supuesto. No pasó las pruebas para interpretar a otros personajes icónicos como el de Han Solo en La guerra de las galaxias (1977) o el científico encarnado por Richard Dreyffus en Encuentros en la tercera fase (1977). Pudo poner otra muesca más a su fructífera relación con Coppola cuando este le ofreció el papel del capitán Willard en Apocalypse now (1979), pero declinó participar en un rodaje que se preveía largo, agitado y convulso, como así fue.

Nominado en nueve ocasiones, ganó el Oscar al mejor actor por Esencia de mujer (1992), el mismo año en que también competía en la categoría de actor de reparto por Glengarry Glen Ross. Éxito a cualquier precio (1992).