El humor británico no solo es sofisticado como el de Evelyn Waugh, elegante como el de P. G. Wodehouse o académico como el de John Lodge. También puede ser descarado, irreverente, mordaz y, si conviene, grosero. Y allí estaba para recordarlo Tom Sharpe, el creador del desafortunado Henry Wilt, profesor obligado a enseñar literatura a estudiantes de carnicería, marido de una bruja (sí, como escritor era más bien misógino) y padre de unas cuatrillizas insoportables, que ayer falleció a los 85 en su casa de Llafranc, en la Costa Brava, donde vivía desde los años 90. Lo hizo rodeado de su familia, venida de Inglaterra, y de su gran amiga y médica, la doctora Montserrat Verdaguer. "Ha muerto del modo menos cruel, atendido por médicos, enfermeras y amigos. Estamos contentos por él, porque era una persona que amaba la luz, el Mediterráneo y el sol", explicaba ayer en Palafrugell su viuda, Nancy Sharpe.

A pesar de los años pasados en el Empordà y de su afición por la conversación (sus visitantes podían quedarse horas en su casa, enredados en un torrente de anécdotas), Tom Sharpe nunca llegó a aprender ni el castellano ni el catalán, y su círculo de amistades se restringía a la comunidad anglófona local.

Si hubiese aprendido el catalán, hubiese apreciado los aspectos más rústicos del humor local: en una larga conversación, en enero del 2011, con motivo de la publicación de su última novela, la quinta de la serie de Wilt (La herencia de Wilt , Anagrama), se declaraba ferviente admirador de Wodehouse aunque situaba en otro lugar los orígenes de su sentido del humor: en las enseñanzas de un campesino y veterano de los Reales Fusileros de Northumberland, Jimmy Hope, que durante su infancia le explicaba historietas en las que, por ejemplo, una camarera francesa podía acabar dando unos chorritos de leche de producción propia para arreglar un té ("suerte que no le pedimos agua caliente", concluía, por cierto, uno de los fusileros de la anécdota).

LA SOMBRA DEL PADRE En aquel encuentro hace poco más de dos años en Llafranc, Sharpe habló largo y tendido de su padre, el reverendo unitario George Coverdale Sharpe, un hombre que trató a su hijo con una dureza extraordinaria y que, traumatizado por la experiencia de la masacre de toda una generación en la primera guerra mundial, desarrolló un pacifismo a ultranza que mantuvo incluso frente al avance de Hitler y que desembocó en un apoyo a los fascistas.

El joven Tom Sharpe, influido incluso durante la segunda guerra mundial por los puntos de vista políticos de su padre, quedó conmocionado al conocer los crímenes de los campos de concentración nazis e intentó lavar la mancha negra de su familia alistándose, de 1946 a 1948, en los Royal Marines.

Una vez licenciado emigró a Sudáfrica, país de origen de su madre. Allí acabó siendo expulsado como sospechoso de comunismo (de hecho, simplemente le había llegado a repugnar la segregación racial) por el régimen del apartheid, a cuya maldad y, sobre todo, estupidez, dedicó sus dos primeras, y probablemente más interesantes novelas, con las que pudo dejar la enseñanza y dedicarse a la escritura: Reunión tumultuosa (1971) y Exhibición impúdica (1973). Su rumbo como profesional sin manías de la escritura se consolidó con la adaptación televisiva de Zafarrancho en Cambridge y, sobre todo, con las tribulaciones de Henry Wilt.

Tras su último Wilt, había empezado a escribir sus memorias, un torrente de anécdotas que su doctora, que animaba a un ya desganado Sharpe, pasaba a limpio. Hace dos años decía llevar 30.000 palabras, de las que no estaba muy contento. Al cabo de dos años de salud muy delicada, seguía sin pasar de esta cifra, según explicó ayer Verdaguer.