«La víctima de trata para la explotación sexual es una persona devastada, una cosa que golpear, vejar, torturar y matar» cuando los «cuerpos vejados e infectados dejan de ser rentables. Las mujeres son cosas, mercancía», ratifica la periodista, escritora y activista feminista argentina Florencia Etcheves (Buenos Aires, 1971), sobre una de las muchas y escalofriantes frases con las que pespuntea Cornelia (Planeta), una cruda y reveladora novela negra en la que denuncia «el negocio» de las redes que secuestran a mujeres para prostituirlas como esclavas. «50 kilos de cocaína no son tan rentables como una mujer de 50 kilos. La coca se acaba. La mujer no. La podrás usar, usar y usar... es rentabilidad a largo plazo», afirma en el libro un traficante.

La historia gira en torno a una adolescente bonaerense que desaparece en un rincón de la Patagonia al que ha llegado con cuatro amigas en un viaje de estudios. Diez años después, una de ellas, convertida en policía, reabre el caso. «La realidad supera la ficción», asegura con conocimiento de causa Etcheves, que ha usado «las herramientas» acumuladas en 25 años como reportera de sucesos.

Ciudad Juárez, el infierno

Su trabajo también la llevó en el 2007 a Ciudad Juárez, donde calibró lo que era «el centro del infierno». «No puedo olvidar lo que vi allí. Hacíamos un documental, Cruces en el desierto. Vimos a padres ir al desierto con bolsas de plástico a recoger los huesos que el viento deja visibles cuando levanta la arena. Luego los llevan a la fiscalía para que analicen el ADN y ver si son sus hijas. Y entonces ponen cruces de madera rosas en el lugar donde hallaron los huesos. Y ves cruces y cruces y cruces. Es un mar de cruces -recuerda-. Los narcos de la zona las secuestran, las usan y luego las matan. Aquello es un basurero de mujeres. Las paredes están empapeladas de carteles con fotos de desaparecidas».

En Cornelia, su tercera incursión en el género negro y cuya versión cinematográfica acaba de estrenarse, advierte de que «ninguna mujer está a salvo de la trata». «Lo que nos pone en peligro es creer que estamos a salvo, que eso solo les pasa a mujeres de clases humildes, que también, pero esos criminales estudian a las posibles víctimas porque hay demanda de todo tipo. En la obra, Cornelia y sus amigas son de clase media-alta». Según Etcheves, «evalúan para qué mercado sirven según lo que el cliente puede pagar: si son vírgenes, niñas, adolescentes, adultas, la raza, color de pelo... Sin clientes no habría trata».

Aunque «por fin la ONU ha calificado la trata como una grave violación de los derechos humanos», esta popular presentadora de noticias denuncia que «es un delito invisible que cruza las fronteras de todos los países sin que nadie haga nada. Hay chicas desaparecidas en Latinoamérica prostituidas en Ibiza, Madrid, Barcelona y resto de Europa». «En Argentina hay una inmensa red de lo que allí llamamos whiskerías donde todo el mundo sabe que las mujeres que allí se prostituyen no lo hacen voluntariamente. Hay connivencia policial y judicial. Hay redadas, claro. Pero por cada liberada se llevan tres. Y no sirve de nada detener al pez chico, hay que empezar por el gordo. He oído a víctimas decir que los policías y jueces que las custodian han sido sus clientes».