Desde Zeus al emperador Constantino, desde el año 430 antes de Cristo al siglo IV de nuestra era, fue el periodo en que el hombre esculpió en mármol a sus ídolos y los adoró. Es el tiempo que abarca la exposición, por varias razones extraordinaria, que ayer inauguró el rey Juan Carlos en el Museo del Prado, bajo el título Entre dioses y hombres .

En la muestra las esculturas clásicas del Albertinum de Dresde y de la pinacoteca española mantienen un diálogo sobre los cánones de la belleza en Grecia y Roma y cómo esas civilizaciones la transmitieron. Son las versiones romanas de las obras griegas clásicas y helenísticas y muchos originales griegos con policromía antigua.

Hay varias razones que avalan la muestra como soberbia. Es la primera vez que el núcleo principal de la colección de esculturas sale de Alemania, exceptuando el traslado de la colección a la Unión Soviética (entre 1946 y 1958), tras el bombardeo de la ciudad durante la segunda guerra mundial.

El Albertinum inició unas obras de remodelación en el 2006 que no terminarán hasta el 2010, y lo que inicialmente se planteó como un proyecto de investigación para un catálogo con el Prado, se ha convertido en una muestra en la pinacoteca que alberga a los pintores que se inspiraron en la escultura clásica.

Abierta durante un periodo extraordinario de seis meses, la muestra reune 46 piezas de Dresde y otras 20 del Prado, todas ellas fruto del coleccionismo barroco y neoclásico, a cuyos mecenas y artistas debemos la recuperación de estas obras para el hombre moderno. Fidias y Praxíteles se encuentran entre los autores más célebres; la mítica Zeus de Dresde y el Erfebo de Dresde , las réplicas romanas de la Atenea de Fidias y el Sátiro escanciando vino, de Praxíteles, son las obras más destacadas.

El recorrido, dividido en tres secciones, muestra los fundamentos del arte occidental. La primera, denominada Belleza y dicha de los dioses clásicos, presenta algunas de las más conocidas creaciones del arte griego clásico. Ahí se ve el culto de los griegos por la belleza y la gran capacidad de invención de los artistas. La representación de los dioses es hierática frente a unos hombres que no ocultan su tristeza por la vida mortal.

En la segunda parte, dedicada a la época helenística, las composiciones escultóricas son más complejas y hay una expresión inmediata de sensualidad. Abundan las representaciones de todos los ritos en honor a Dioniso y de Afrodita desnuda.

La última etapa del imperio romano está representado por más figuras humanas, especialmente de mujeres con peinados complicados y de niños. Se hace visible la costumbre romana de exhibir retratos en espacios público y privados.

NUEVO CULTO La exposición termina con obras de la antigüedad tardía (siglo IV), una época en la que conviven el viejo mundo grecorromano, con sus mitos y dioses, y el mundo cristiano, al que el emperador Constantino dio carta de naturaleza al legalizar el nuevo culto y trasladar la capital a Bizancio. Como broche de la exposición está el Missorium , conocido como disco de Teodosio, en plata, que es la segunda vez en 150 años que abandona su sede habitual de la Real Academia de Historia.