En los 200 años que van de 1400 a 1600, el arte europeo conoció el nacimiento y desarrollo del retrato, que en poco tiempo se consolidaría como un género autónomo y daría gloria al autor y al modelo. Es una de las características del Renacimiento que se puede apreciar en todo su esplendor en la exposición que ofrece el Museo del Prado de Madrid en colaboración con la National Gallery de Londres y patrocinada por la fundación AXA.

Rubens, Piero della Francesca, Durero, Tiziano, Rafael, Botticelli, Holbein o Antonio Moro, entre otros artistas, hasta un total de 70, son los autores de las 126 obras de esta muestra que se abrirá al público el próximo martes hasta el mes de septiembre, y que después se exhibirá en una versión reducida en la pinacoteca londinense. Al Prado y a la National Gallery les une tener las mejores colecciones de retratos modernos.

CESIONES DE MUSEOS "El retrato tiene la virtud de hacer presente al ausente", opina Miguel Falomir, jefe del departamento de pintura italiana del Renacimiento del Mueso del Prado, a cuyo empeño personal se debe la muestra instalada en las nuevas salas. La cesión de museos de Estados Unidos, Alemania, Francia o del Thyssen de Madrid permite la comparación entre óleos, grabados y dibujos con idéntico modelo pero realizados en distintos años, como el Anciano con su nieto , de Domenico Ghirlandaio, procedente del Museo del Louvre, o la copia de obras, algo habitual entre los maestros de la época, como el retrato de la reina Isabel de Valois, en versión de los pintores Antonio Moro y Alonso Sánchez Coello.

La exposición del Prado enseña cómo el retrato evolucionó en tamaño e intención entre los siglos XV y XVI. Al principio tenían un componente de cortejo amoroso. Eran obras de pequeño tamaño. En la medida en que se afianzó, aumentó su tamaño --el recorrido acaba con el apoteósico El emperador Carlos V a caballo , de Tiziano-- y amplió su temática.

Evolucionó como retrato de corte y se abrió paso el contrarretrato como representación de lo contrario al ideal de belleza --bufones, enanos y otras representaciones satíricas--, al tiempo que cobró identidad propia el autorretrato, entre los que se puede admirar el de Durero .

DE PAPAS A SASTRES En los 200 años que se abarcan en las obras expuestas se aprecian dos constantes en los trabajos de los maestros renacentistas: la democratización de los personajes y la difusión de las obras. Los reyes, nobles, papas y otros privilegiados dejaron paso a un espectro social más amplio como sastres y otros profesionales.

La imprenta permitió una reproducción infinita de la figura --Lutero es el personaje más retratado de la época-- y la socialización del género creó más demanda por parte de los emergentes adinerados.

El retrato se convirtió también en una muestra de la personalidad, las aficiones intelectuales, las aspiraciones sociales o las devociones religiosas así como muestras de poder por lo que fue inevitable que aumentara de tamaño.