La música se ha impuesto --como si un milagro hubiera originado una utopía cumplida-- como un pilar sólido de desarrollo en las poblaciones de una zona indígena de las más de pobres de Bolivia. Lo que cuentan Rubén Darío Suárez Arana, director de la Orquesta y Coros de Urubichá (Bolivia), y el profesor Arturo Molina, parece salido de una novela de Vargas Llosa. Ambos han pasado por Badajoz para visitar a "nuestros amigos", como llaman a las instituciones que colaboran e impulsan su proyecto, la Junta, la Diputación y Caja de Badajoz, a través del Fondo Extremeño-Local de Cooperación al Desarrollo (Felcode).

Rubén Darío Suárez y Arturo Molina se expresan en ese castellano rico y natural que hablan los pueblos latinoamericanos y uno piensa que si hacen música con la misma pasión e intensidad con la que hablan, no es de extrañar que hayan recibido el pasado día 29 de marzo el Premio Bartolomé de las Casas, de la Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional e Iberoamericana, de manos del Príncipe Felipe.

Darío comenzó a tocar el violín siendo muy joven, invitado por el padre Walter , en un grupo de animación religiosa sin más pretensiones, en una de las zonas más pobres de Bolivia. Su ejemplo cundió hasta el punto de crear escuela, formar una orquesta y un coro que saltó a la fama y hoy, ser una institución con nueve formaciones por las que han pasado ya más de 2.000 jóvenes en seis años. La vida de estos niños cambió, surgieron oportunidades de formación, de trabajo, de riqueza y cada municipio quiso tener su orquesta.

Música de calidad

La cualidad de estas orquestas es que no se trata de grupos que hacen lo que pueden, sino que hacen una música de tal calidad que "la gente espera algo como Los Niños cantores de Viena o la Orquesta de Berlín", dice su director.

La idea comenzó con el afán de que los niños y los jovenes vieran que ellos podían tocar un instrumento musical. En el cabildo musical había músicos ancianos, "que cada vez que desaparecía uno, se perdía una biblioteca".

El párroco alentó la motivación de los niños para cantar en la iglesia, pero "por fortuna, hicimos un trabajo que gustó a mucha gente y el grupo se hizo muy famoso, concidía con eso el hallazgo de más de 6.000 partituras compuestas por los jesuita, por indígenas anónimos y copiadas de otros lugares como Paraguay". Se organiza el Festival de Música Renancentista y Barroca Americana Misiones de Chiquito y asisten cada año grupos de música antigua de América y Europa.

Valorados

Les invitaron a participar y se hicieron conocidos. Entonces surge la posibilidad de hacer una escuela de música y de poner las bases para un conservatorio. Arturo y Rubén se adaptaron a condiciones de carencia de agua y de luz y al idioma e hicieron conocidos el coro y la orquesta. Los pueblos cercanos querían tener algo igual, "y nos piden que creemos un coro y una orquesta en cada uno de ellos".

La labor que realizan con los niños y la niñas es de ocupar su tiempo y de formación, "darles una oportunidad y protagonismo, elevar su autoestima", lo que despierta el interés de los bolivianos. Los jóvenes músicos han podido así conocer su país y otros países.

Rubén Darío cuenta que "en muchas oportunidades, estos chicos, el ser músicos puede ser una carga para su familia porque no aportan a la economía familiar". Para él, se trata de "una labor filantrópica entre amigos" y un logro que a través de la música, se haya logrado despertar la esperanza y la colaboración al desarrollo social de la nueva Bolivia. Gracias a la música, esas poblaciones pobres comienzan a tener servicios como agua y luz, y sus habitantes trabajo y recursos para vivir, y los jóvenes, nuevas posibilidades de tener una vida mejor, mediante la música o mediante otra vía.