Las más de tres décadas que lleva Nacho Campillo (Badajoz, 1960) en la música los reivindica con un nuevo disco de estudio, Pacífico 360, en el que, "cargado de energía positiva", mira hacia delante sin perder de vista un pasado musical que juzga también "satisfactoriamente".

"El balance es bueno. Lo que perdura en el tiempo son las canciones y creo que he dejado una serie de ellas para la posteridad", destaca el autor de Manuel Raquel, El payo o Espaldas mojadas, gratamente "sorprendido" porque haya jóvenes que conocen estos hitos de finales de los años 80.

A ellas alude en el tema final de su nuevo álbum, Biocanción, un "experimento" con el que quiso "celebrar 30 años" de trayectoria que arrancó en el seno de Tam Tam Go! junto a su hermano Javier con los discos Spanish shuffle (1987) y Spanish romance (1988).

"Entonces era muy ingenuo y con pocos conocimientos; eso te hace imprudente, pero es bonito, porque te lleva a arriesgar cantando por ejemplo en inglés", afirma sobre el uso de un idioma que paulatinamente perdió presencia en sus trabajos en favor del castellano.

Ahí proclama: "Ya no bajará el telón", declaración con la que Campillo asevera que "mientras el cuerpo aguante y haya creatividad", habrá discos suyos en el mercado.

Precisamente para cargarse de vivencias, "unas buenas y otras chungas", ha dejado pasar seis años desde su anterior trabajo, "Animal Reset", que presentó bajo otro alias artístico, Reyno, por su apellido materno.

"Fue un homenaje que hice a mi madre, que entonces estaba malita y que falleció el año pasado, pero para mí es un disco aislado y atemporal, con una vena más folk. Ahora he querido seguir mi carrera como Nacho Campillo, que es más coherente, para que la gente no me pierda la pista y se hagan a la idea de que de una vez por todas voy a seguir con mi carrera", afirma.

Relata que en este lapso entre discos, uno de sus principales focos de atención ha sido atender a su hija pequeña y vivir de cerca sus primeros años.

"La paternidad me ha influido mucho, porque es una experiencia muy potente, que te hace soltar miedos arraigados y te quita egos que solemos tener los artistas, yo no tantos", indica Campillo, antes de declararse "muy padrazo".

Ese momento vital ha llenado Pacífico 360 de una vibración mayoritariamente optimista, aunque haya "canciones muy realistas y crudas", por ejemplo "Pacífico", que surgió de ver con su hija un informativo "terrorífico" sobre la guerra de Siria y de preguntas para las que no encontró más respuestas que este tema.

"Yo siempre dejo luz a la esperanza. Somos muy derrotistas y con la que está cayendo, nos podemos venir abajo. La música tiene que dar impulso y sensibilizar a los que odian para hacerlos mejores personas. A mí la música me ha ayudado como terapia para salir de los baches", cuenta.

Grabado mayoritariamente en su estudio madrileño de El Sonado, con algunas piezas registradas en el célebre Estudio Uno, cerca de la capital, a diferencia de "Animal reset" ha trabajo con "algún elemento más electrónico", sin perder su gusto por lo "orgánico" y los procesos analógicos.

"Casi siempre lo grabamos en primeras tomas, tocaba la canción con la acústica o lo que tuviera a mano e íbamos añadiendo nuevas capas más ambientales", explica Campillo, que ha incluido una versión de "Compás de espera" de Txetxu Altube en "un terreno más latinoamericano y un poco Damien Rice".

De forma inminente arrancará su gira, que pasará por México y EEUU, en compañía de una formación "bastante básica" coloreada con instrumentos como el ukelele o la trompeta, y entre medias intentará rematar otro proyecto: el guión de una película musical, "que no un musical de teatro", al estilo de Begin again, la cinta protagonizada en 2013 por Keira Knightley y Mark Ruffalo.