Hace cinco años, el director noruego Hans Petter Moland presentó en el Festival de Berlín Uno tras otro, un thriller protagonizado por su actor fetiche, Stellan Skarsgård y por el recientemente desaparecido Bruno Ganz que fue definido como un cruce entre los hermanos Coen y Tarantino por su capacidad de utilizar el humor más negro en los momentos cotidianos más inesperados.

Ahora, el propio Moland firma con Liam Neeson como protagonista un remake americano del filme trasladando los paisajes nórdicos a las Montañas Rocosas y toda una tradición de pueblos indígenas que perdieron su tierra para ser convertida en hoteles de lujo y pistas de esquí. «Queríamos sumergirnos en la parte más salvaje y atávica de una zona dominada por una naturaleza indómita, en la que el comportamiento humano se vería influido por ese primitivismo», cuenta el director en su visita a Madrid. «La civilización frente al pasado de una tierra sin ley».

En Venganza bajo cero Neeson recupera el papel de héroe cotidiano que se ve inmerso en una espiral de violencia y venganza de la que no puede escapar. Interpreta a Nels Coxman, que trabaja conduciendo una máquina quitanieves y lleva una vida tranquila junto a su mujer (Laura Dern) y su hijo hasta que este aparece muerto en extrañas condiciones. Sus pesquisas le llevarán de un sitio a otro hasta desembocar en un clan de narcotraficantes al que se encargará poco a poco de ir liquidando.

¿Es esta otra película de venganza de Liam Neeson, un género en el que parece haberse especializado? No, y todo gracias, como dice el propio actor, al sentido del humor que emana de su guion. «Mi ambición era desafiar al género a través de la sátira. También quería burlarme de esos personajes tan característicos del thriller que se creen muy importantes y que son invencibles. En realidad, es una fábula sobre el absurdo de la venganza. Menos mal que las mujeres y el niño de la película entienden que no sirve para nada», cuenta Molan.

Cada vez que en Venganza bajo cero muere un personaje, una cruz blanca sobre fondo negro con su nombre aparece en la pantalla, dando un poco de dignidad a los fallecidos. «En la mayoría de las películas de acción, la gente muere de izquierda a derecha y se consideran daños colaterales. Es cierto, todos los que mueren son despreciables, pero al fin y al cabo son seres humanos, así que les dedicamos un pequeño obituario», bromea el director.

Ahora que han pasado 25 años de La lista de Schindler, Neeson reconoce que nunca se sintió del todo cómodo con su personaje. «Era como si tuviera tres piernas durante todo el rodaje. Es una película extraordinaria, pero no me sentí nunca identificado con este hombre». ¿Y con toda la nómina de justicieros que encarna últimamente?

«No quiero parecer superficial con el tema de la venganza», continúa Neeson. Crecí en Irlanda del Norte, sé lo que es el odio, he vivido los años de terrorismo más crudos. Muchos amigos se implicaron en la lucha armada y terminaron destruidos. Como sociedad deberíamos tener claro que la venganza no funciona, no es una opción». Para terminar, cita una frase de Marco Aurelio, nada menos: «Peores son las consecuencias del enfado que sus causas».