Nickolas Butler (Allentown, 1979) tiene el mérito de saber manejar un material tan volátil como es la emotividad sin que esta caiga en la sensiblería. Su hábitat natural es el medio Oeste donde ha situado sus tres primeras ficciones desde que se dio a conocer con Canciones de amor a quemarropa, una novela luminosa sobre una amistad a lo largo del tiempo inspirada, entre otras cosas, en el músico Justin Vernon -líder del grupo Bon Iver-, con quien compartió pupitre en el instituto, y que debido a su éxito le permitió comprar una granja en Wisconsin, su geografía vital y literaria. En la última, 'Algo en lo que creer' (Asteroide), y siguiendo el paso de las estaciones, se centra en la relación de Lyle, un hombre viejo, con su nieto de cinco años y las fricciones que el anciano mantiene con la madre, influida por su nueva pareja, un pastor evangélico fundamentalista que acabará repercutiendo en el destino del pequeño.

Tres novelas, todas ellas muy bien recibidas, no han cambiado en absoluto a Butler, que, lector empedernido de Jim Harrison o Annie Proulx, dos amantes de los grandes horizontes, asegura sentirse muy incómodo en los ambientes literarios neoyorquinos. Él es un chico de campo. "Escribir sobre la naturaleza está en mi ADN, pero también es un tema, vinculado a los desafíos medioambientales del siglo XXI, que nos apela a todos. También es una manera de dar a conocer este bello paisaje a mis compatriotas cuya única relación con él es sobrevolarlo en avión".

SANACIÓN POR LA FE

'Algo en lo que creer', pese a ser como todas las de Butler una novela intimista, tiene también una interpretación sociológica que va mucho más allá de sus bien dibujados personajes, en especial el de Lyle, ese hombre que perdió un hijo y con él la fe, aunque eso no le haya convertido en un hombre amargado; todo

lo contrario. Nace de un suceso que conmocionó Wisconsin en el 2008, una niña de 11 años murió por la complicación de una diabetes infantil que sus padres se negaron a tratar por motivos religiosos, mientras rezaban una y otra vez por su recuperación. Según el autor, la sanación por la fe se cobra cientos sino miles de niños al año, debido al rechazo de sus padres a acudir a la medicina, pese a que eso, evidentemente, está penado por la ley. "No es que sea algo muy habitual y ocurre en lugares aislados, pero también podemos equiparar esta actitud a la gente de ciudad que se niega a vacunar a sus hijos. Ambas se sustentan en un rechazo a la ciencia y a la razón".

Butler no se hizo escritor por generación espontánea. No del todo. Apuntaló su técnica narrativa en el prestigioso Taller de Escritura de la Universidad de Iowa y en especial en las clases de Marylinne Robinson -posiblemente la autora que mejor ha sabido tratar el tema del fervor religioso en la América profunda-. "Leer Gilead, una de las grandes novelas de Robinson, me dio el punto de vista de la historia. Como en aquella novela, en esta los hechos también se cuentan desde el punto de vista de un anciano, alguien que está muy cerca del final y que contempla el mundo sabiendo que no le queda mucho tiempo y que por ello necesita apreciar toda la belleza que tiene a su alrededor".

UN AGNÓSTICO DANDO CLASES DE RELIGIÓN

No es hombre de ir a la iglesia cada domingo, de hecho confiesa ir poco. "Me gusta acompañar a mi mujer y a mis hijos, aunque yo me sienta más bien agnóstico. De todas formas, eso no quiere decir que no me haga a mí mismo preguntas trascendentales sobre lo que existe o no más allá de la muerte". Fue su esposa quien le empujó a ofrecerse como profesor voluntario en las clases de religión que habitualmente un miembro de la asociación de padres da a los alumnos de la escuela los fines de semana. "Dije que sí y pronto me sentí muy extraño porque había padres mucho más implicados en la Iglesia, somos luteranos, que yo. Pero acabó siendo una gran experiencia por el contacto con los chicos, algunos de ellos vienen de familias con muchas dificultades económicas y familiares".

El por qué Estados Unidos tiene una concepción de la sociedad y la política extremadamente vinculada a la religión es algo para lo que no acaba de tener una respuesta concreta, aunque sí es consciente de que todos los presidentes norteamericanos han jurado su cargo sobre la Biblia y utilizado la religión como una norma no escrita para el ejercicio político. "Se supone que en Estados Unidos hay una separación de poderes y hasta hace 40 años esta afirmación era cierta, pero ya no. Se ha utilizado la religión para separar a la gente y dar más fuerza a los partidos de extrema derecha". Y no todo está dirigido por las buenas intenciones o la fe. "Aunque el vicepresidente sí sea muy cristiano, Trump no es un hombre religioso, es más bien un nihilista, pero se hace pasar por lo que no es para apelar a un grupo muy importante de ciudadanos, sencillamente se vale de ellos".