Paul Verhoeven (Amsterdam, 1938) ha pasado diez años sin hacer una película, y no exactamante por voluntad propia. Pero la ausencia no ha mitigado su tendencia natural a la incorrección política. En su magnífica nueva película, Elle, el hombre que nos dio Instinto básico (1992) y Showgirls (1995) echa mano de una intriga morbosa y un humor negrísimo para ofrecer uno de los exámenes más intrépidos y estimulantes que se recuerdan sobre el asunto de los abusos sexuales.

--Dicen que la idea de hacer esta película le hizo enfermar. ¿Tanto miedo le daba volver a rodar?

-No era miedo a rodar, sino miedo a rodar en francés. Sepa usted que mi manejo de ese idioma es francamente tosco. El caso es que durante cuatro meses sufrí dolores de cabeza terribles. Fui al médico, que hasta me hizo una resonancia magnética para ver si había un tumor ahí dentro. No había nada. Me hizo tomar aspirinas, y el dolor siguió. Ahora bien, en cuanto empecé a estar convencido de que sería capaz de hablar en francés con todo el mundo durante el rodaje de Elle, el dolor desapareció por completo.

--Y la controversia que la película podría crear, ¿no le intimidaba?

--No, mire, yo ya estoy muy acostumbrado a generar controversia. Incluso meses antes de que Elle se presentara en el festival de Cannes, la gente me advertía: «Prepárate, porque te van a destrozar». Pero sigo esperando a que el escándalo llegue, y no llega. Al contrario, todo el mundo me alaba, y eso es algo que casi me hace sospechar. Supongo que tendré que hacer algo para que la gente vuelva a odiarme.

--¿Le gusta ser polémico?

-Oh, no, para nada, créame. El rechazo que Showgirls provocó hizo que mi vida fuera muy miserable, y desde entonces hacer películas ha sido más y más difícil para mí. Y tras el estreno de Starship Troopers me llamaron de todo. Un columnista llegó a acusarme de ser un neonazi. No, no me gusta provocar; no soy un broncas. Ahora bien, jamás cambiaré un guion para no provocar.

-Pero el guion de ‘Elle’ sí tuvo que cambiarlo.

-Pero por otro motivo. Inicialmente la historia estaba ambientada en Estados Unidos, pero tuve que reubicarla en Francia porque en América nadie me dio apoyo. Hollywood vive el momento más conservador de su historia. Los estudios han abandonado el riesgo y la calidad. Todo lo que producen es higiénico y aséptico. Hoy en día, hacer una película como Instinto básico sería imposible. Hasta cinco actrices de primera fila rechazaron el papel protagonista de Elle, porque su reacción tras ser violada les parecía inmoral. No diré quiénes son, claro.

-¿Qué cree usted que les parecía inmoral?

-La gente etiquetó mi película como una comedia sobre abusos sexuales, y no es eso. Qué idiotez. No hay nada cómico en mi retrato de la violación, al contrario: es brutal y terrible. Pero en este mundo hay personas que sufren abusos a todas horas, y esas personas también van a fiestas y restaurantes, y hacen el amor, y viven. Elle habla de una violación, sí, pero también de cómo vive la gente. Y no pretende pontificar sobre cómo debe actuar cualquier mujer que sea violada, sino solo únicamente retratar a una que se niega a ser una mera víctima.

-Mucha gente describe ‘Elle’ como «la resurrección de Paul Verhoeven». ¿Le molesta que le dieran por muerto?

-No es la primera vez que me sucede. Y en todo caso lo entiendo. Supongo que debería haber hecho más películas, que después de El libro negro (2006) no tendría que haber sido tan crítico con los proyectos que me ofrecían. El problema es que todo cuanto me llegaba eran proyectos de ciencia-ficción, y yo habría estado dispuesto a dirigir cualquier otra cosa siempre que fuera interesante. Me habría encantado rodar una comedia romántica. Pero los proyectos que me ofrecieron no eran buenos, y yo no tuve energía para cambiarlos.

-Dos de las películas que usted rodó en Estados Unidos, ‘Robocop’ y ‘Desafío total’, han sido objeto de sendos ‘remakes’. Es como si Hollywood estuviera intentando borrarle del mapa.

-No lo lograrán. Mis películas vivirán mucho más que esos remakes, que son malísimos. De hecho, gracias a esos remakes se vendieron más deuvedés de mis originales. No creo que quieran borrarme del mapa, sería muy arrogante pensar algo así. También han rehecho Ben-Hur y no creo que quieran borrar a William Wyler. Simplemente lo hacen por el dinero. Es únicamente una cuestión de estúpido capitalismo y de falta de ideas.

-¿Por qué cree que ‘Showgirls’ generó tanto rechazo?

-Yo creo que fue malentendida. Y se creó una corriente de opinión tan negativa contra ella que casi nadie la vio. O quizá no les gustó que un holandés se atreviera a decirles a los americanos cuatro verdades. Porque Showgirls en el fondo es una metáfora de América, y de la cultura de la avaricia que impera allí. Pero el tiempo me ha dado la razón: gracias a la venta de deuvedés la película ganó 100 millones de dólares.

-¿Se la tiene guardada a Hollywood?

-No guardo rencor. Pero tampoco tengo ninguna prisa por reconciliarme. No me interesa volver a Hollywood para rodar exactamente lo mismo que han estado rodando en los últimos diez años. Cada vez que me llega uno de esos guiones tengo que dejar de leer después de 20 páginas. Todo es muy malo. H