Eva Lootz viajó a España a finales de la década de los años 60. Venía de Austria, donde había nacido en 1940, y llegaba a un país bajo una dictadura. "Fue bastante fuerte y a la vez fascinante", dice.

La fascinación (que extiende a los cambios que se han producido en el país) se ha mantenido porque sigue viviendo en España, donde expuso por primera vez en 1973. Su obra ha transitado por diferentes géneros, algo que considera natural para un artista de hoy, y forma parte de colecciones como la del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona o la Fundación La Caixa.

Estampas digitales

El pasado lunes inauguró en la galería cacereña Casa sin fin la exposición El fondo indiferenciado de la consciencia... , compuesta por una pieza escultórica, Camisa de verano , cuatro dibujos de la serie Las imparables y estampas digitales a partir de dibujos de esta serie que ocupan una de las paredes de la galería.

Representan mujeres destacadas (Margueritte Yourcenar, María Zambrano, Ingeborg Bachmann, Patricia Highsmith, Clarice Lispector, Anaïs Nin, Toni Morrison...), cuyas aportaciones a la cultura del siglo XX vienen a contestar a esa frase que da título a la exposición y que es atribuida al filósofo Hegel refiriéndose a las mujeres. Que Hegel pensará esto de ellas "dice más bien sobre la época y sus limitaciones". Así que lo que hace la artista es "un homenaje a mujeres potentes, coherentes, creativas, voces, además, muy diferenciadas".

En la apariencia de esas mujeres no resalta su belleza exterior, una representación que, según Lootz, es una herencia del arte hasta el siglo XX, cuando ya no tenían que "estar desnudas para entrar en los museos".

¿Por qué mujeres de gran talento tienen que ser representadas con rasgos bellos?, se pregunta Lootz. Y ¿qué es la belleza?, añade. Así que sus retratos de mujer contravienen "códigos y modelos impuestos por una sociedad patriarcal" que las representaban según ideas masculinas de belleza.

La otra pieza representa la forma de una camisa, formada por cuadrados, en cada uno de los cuales hay lana a modo de pelo (que puede ser de la cabeza, pero también del sexo) y sobre ella, lacre rojo (como un sexo cruzado por una abertura que recuerda una herida). Ambas obras (dibujos, pieza escultórica) señalan la capacidad de Lootz de trabajar con materiales distintos. Ha creado instalaciones, dibujos, grabados, fotografías, vídeo y ha experimentado con el sonido.

Fuerza humana

"No rechazo ninguna posibilidad que se me ofrece --comenta--. Hoy hay pocos artistas que solo se dediquen a un género. Es algo que tiene que ver con el siglo XX, con querer transgredir los lenguajes tradicionales". Y también con la disponibilidad de máquinas que ayudan en el trabajo.

Dice Lootz que las mujeres han podido irrumpir en el terreno de la escultura gracias a esas máquinas que sustituyen la fuerza humana y les permiten trabajar, por ejemplo, con grandes bloques de mármol. Alude igualmente al mundo digital, "que nos ha cambiado y queremos usarlo de una manera creativa ".

A pesar de llevar viviendo más de cuatro décadas en España, Eva Lootz no se considera una artista española. "No creo --contesta-- que exista un arte español, ni británico, aunque se monten exposiciones que tratan de convencernos de lo contrario; porque hoy vivimos, más o menos, con las mismas premisas, los mismos fundamentos. Claro, hay matices, características, como lo mediterráneo diferenciado de lo escandinavo. Pero no creo en las artes nacionales".