Nunca he sido gracioso en inglés. Soy capaz de hablar con cierto desparpajo en castellano, pero mis intentos de hacer chanzas en otro idioma han resultado siempre un rotundo fracaso. Por eso, ayer estaba un poco tenso en la proyección oficial de los cortos nominados al Oscar. Tenía que hablar tras el pase y por allí no había ningún traductor de la Academia. Javier Fesser parecía más tenso que yo, supongo, porque pilló a mi novia Marta por banda y le pidió que hiciera de intérprete. Yo no quería hacer lo mismo: tenía que ser capaz de hablar en inglés. Era cuestión de orgullo.

Todo esto sucedía en el Teatro Samuel Goldwyn de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas: una sala enorme y llena de un público entregado. La sesión la presentaba el director de cine Taylor Hackford, autor de películas como ´Oficial y caballero´ o ´Ray´, pero al que admiro sobre todo por ser el marido de Helen Mirren, la mejor actriz del año. Al pobre le costó un poco pronunciar "Cobeaga". No me extraña. Este pase también era importante porque era la primera vez que veía del tirón a la competencia: otro corto español pero que transcurre en Senegal (´Binta y la gran idea´ de Javier Fesser), una comedia muy escandinava sobre las relaciones padre-hijo (el danés ´Helmer and son´), un maravilloso y cargado de mala leche cortometraje australiano (´The saviour´) y un loco musical californiano que traslada ´West side story´ al conflicto árabe-israelí (´West bank story´). En resumidas cuentas, una competencia muy dura.

Tras ver ´Eramos pocos´ (que ha ido muy bien, la gente se ha divertido mucho), empieza el coloquio. En inglés, claro. Digo que los dos vagos protagonistas del corto son un trasunto de Homer y Bart Simpson. Se ríen... Cojo confianza y empiezo a chapurrear el inglés sin parar. Y el público se ríe. No sé cómo será la ceremonia del próximo domingo, pero lo de ayer por la noche, ya fue una pasada.