El mercado editorial funciona como todos los mercados: salen novedades, se colocan en las estanterías, se devuelve lo que sobra cuando pasan un par de semanas, como si los libros caducaran, y salen nuevos productos. Hay un circuito enorme, con medios de comunicación que poseen grupos editoriales y cadenas de librerías incluidos. Separar el grano de la paja es tarea de unos pocos, que cada vez son más, pero que se mantienen fuera de todo círculo oficial, fuera del eje Madrid-Barcelona, que no son solo dos ciudades en las que uno vive, sino un concepto de lo que se vende y lo que no, de lo que va a ocupar torretas en las librerías, de lo que va a tener carteles de cartón enormes en los escaparates y en las puertas.

Algunos no encajan en los grandes derroteros de la industria. Hay gente a la que se le puede reprochar que nunca haya buscado, aunque lo haya esperado, pertenecer a nada . Escriben versos y artículos y novelas que hablan del dolor de la infancia, desamores dolorosos o relaciones que no se saben llevar porque nadie conoce cómo hablar de forma clara, trabajo, sangre y política. Leemos para aprender a preguntarnos por qué leemos.Y para divertirnos, añado yo. Y porque dónde encontraremos la sabiduría . Y quizá no hablemos de libros más que con unos pocos o quizá haga mucho tiempo ya que nadie nos lee nada en voz alta y ante un fuego, porque la literatura no fue siempre una experiencia solitaria. Tampoco lo es ahora: uno busca editoriales de las que fiarse, aunque no conozca a los autores; busca compañeros, cierto tipo de redención, barro y dolor y paz y entendimiento.

Para eso sirven los encuentros de literatura independiente, las mesas redondas sobre el oficio de contar del que ya nadie vive, las lecturas poéticas cuando la poesía se está cayendo a pedazos; los editores que solo publican lo que a ellos les gusta, con el convencimiento o la esperanza de que los gustos puedan compartirse, la confirmación de que bajo tus pies no hay nada , ni bajo los pies de los otros. Sirven para la bebida (yo no bebo más que con mis amigos ) y para la charla, porque al fin y al cabo, los demás no son para nosotros más que paisaje y, casi siempre, paisaje invisible de calle conocida . Encontrarse cuando uno es marginal es una manera de resistir, de no estar solo. Todo el que escribe lo sabe: el papel blanco duro espejo solo devuelve aquello que fuiste .

El recuerdo

Centrifugados se va a dedicar, también, a la memoria. A la de Angel Campos Pámpano y a la de Fernando Pérez, que centraron las miradas de cierta parte del mundo cultural en una región de la que siempre se pensó que allí nunca ocurría nada, con poemas, aulas literarias y ediciones. Que lleguen los libros a los lectores también depende de los libreros. De los buenos libreros. La semana pasada se murió el mío (que no era solo el mío, lo era de toda la ciudad), muy pronto, muy joven. No ha habido homenajes, más allá de un par de artículos. Se llamaba Angel Gata, trabajaba en Universitas en Badajoz, lo encontraba todo (desde los más extraños tratados de psicología clínica hasta las ediciones más curiosas de cualquiera de los clásicos), odiaba envolver libros para regalo, te miraba por encima de las gafas, acariciaba los libros al cobrarlos y anotaba el título si no los había leído, los metía con cuidado en las bolsas; hablábamos de ensayos, historia, nuevas editoriales, poesía, cocina y narrativa y te preguntaba si habías leído esto o aquello o el que te habías llevado la semana anterior o pasaba por tu lado y sacaba un libro de la estantería y te decía: "Te vas a llevar esto" o te informaba de los pasos de tu familia ("tu hermano estuvo ayer"). He pasado 22 años hablando de libros con ese señor, varios de esos años durante todas las semanas. No soy la única: le ha ocurrido a todo Badajoz y a medio Portugal. Creo que conocer a gente como él es la razón por la que abomino de las cadenas de libros que no son más que almacenes y de la sección de los más vendidos de cualquier supermercado. Escribir tal vez sea comparecer ante los otros con los ojos más limpios.

Con los ojos más limpios, y con nervios, o con el placer del espectáculo, estarán Hasier Larretxea y su padre (que corta maderas porque es un aizkolari --¿cómo se conjugan un hacha y unos versos?-), Ballerina Vargas desgarradora y lúcida, el cabaret y la poesía de Lalo Barrubia, las narraciones de Mercedes Cebrián y Cristina Grande, la voz personalísima de Carmen Hernández Zurbano, los distintos acentos que nos traerán de México (lean a Luis Arturo Guichard), de Argentina, los diarios de lecturas de Vicente Luis Mora, la música inmensa de Fetén Fetén y las galletas de Ferrán Fernández. Quizá no hayan leído a ninguno: puede que ni siquiera lean, pero Centrifugados es también un mapa para gente a la que lo que de verdad le gusta es ver la tinta corriendo cuesta abajo .

Centrifugados. Encuentro literario desde el viernes, 26 de febrero hasta el domingo 28, en el centro cultural las Claras (Plasencia)

Acetre. Viernes, 26 de febrero, nueve de la noche. Teatro López de Ayala (Badajoz)