André Aciman nació en una Alejandría que ya no existe, en una familia judía sefardí de origen turco, y eso ha marcado su destino de tardío escritor norteamericano al que es difícil señalar como tal. Es el autor de la novela Llámame por tu nombre, que fue película (Call me by your name), convertida desde el minuto uno en piedra de toque de la literatura queer. Aciman, 68 años, casado y con hijos, no entiende la estrecha relación binaria que tenemos respecto a la sexualidad. De ahí que su última novela, Variaciones enigma (Alfaguara) explore cinco situaciones cargadas de sensual erotismo (la marca de la casa del escritor). Su protagonista, Paul, establece relaciones tanto con hombres como con mujeres desde su adolescencia en Italia hasta su madurez en los Estados Unidos. ¿Hay que decir que su autor de cabecera es Marcel Proust?

--Alejandrino educado en francés, italiano de adopción en su adolescencia para acabar afincado en Estados Unidos. Imagino que el tema de la identidad no es nada sencillo en su caso.

--Tengo muchas identidades y ninguna está completa. Me crié leyendo los clásicos y vivo en un país en el que todo es excesivamente contemporáneo. Como muchos migrantes que arrastraron su cultura europea siempre he tenido la sensación de que mis referentes se acabaron con el fin de la segunda guerra mundial. Mi vida intelectual se paró ahí. Por eso todo lo que escribo tiene un aire atemporal.

--De ahí que la nostalgia sea la gasolina de sus ficciones en su obra literaria.

--Nunca he sabido escribir sobre el presente, cuando escribo me deslizo hacia las formas del pretérito imperfecto, del condicional o del subjuntivo, modos verbales que me hacen sentirme más cómodo porque nunca me he sentido parte del mundo real. Lo que hago es anclarme a algo que no existe y eso ha hecho que mi identidad sea líquida, fluida.

--Su último libro toma prestado el título de la pieza musical de Elgar que escribió una serie de variaciones pero no el tema original. ¿El enigma es la vida de Paul, su protagonista?

--Eso es, la verdadera identidad de Paul es el enigma, que lo es incluso para sí mismo. Lo cierto es que no estoy seguro de que sea bueno tener un conocimiento profundo de lo que somos.

--Antes hablaba de identidad líquida, ¿también podría hablarse de su sexualidad

---Es verdad, de la misma manera que tengo una identidad líquida en relación a mi país, a mi religión o a mi carrera también la tengo en relación a la sexualidad. Hoy se habla mucho de la sexualidad fluida, los jóvenes la establecen y se sienten muy cómodos en ella.

--¿Usted no sintió lo mismo cuando lo era?

--Mi padre me dijo: acéptate como eres. Pero claro, yo sentía cosas que no le podía explicar a mis amigos. He tenido que vivir mucho para sentirme bien.

--¿Disfruta escribiendo sus famosas escenas eróticas?

--Sí. Por ejemplo, la escena del melocotón de Llámame por tu nombre [de un erotismo encendidísimo] y hoy es un símbolo para todo el que ha leído mis libros, no se podría haber escrito sin disfrute. No puedes esconder el deseo cuando lo sientes.

--Antes hablaba de candidez a la hora de escribir ese tipo de escenas. ¿Por qué es necesaria?

--El sexo es algo que te mantiene joven, te hacer querer ser joven. Exagerando mucho se podría decir que el sexo te conduce a la niñez. Cuando yo tenía 8 años sentí un deseo muy fuerte por un muchacho de 18. No ocurrió nada entre nosotros y yo entonces no sabía qué me pasaba. Solo más tarde lo comprendí.