El escritor sevillano criado en Badajoz Isaac Rosa, que en su novela Feliz final radiografía una historia de amor a la inversa, desde la ruptura hasta sus inicios, asegura que «hemos sido educados en un amor que comienza con un componente épico y acaba en tragedia».

Rosa atribuye esa idea a la educación sentimental que desde la segunda mitad del siglo XX ha reelaborado el amor romántico.

En una entrevista concedida a Efe, el autor comenta que en Feliz final (Seix Barral) también quería acercarse a toda «esa tierra intermedia, a ese amor que no acaba necesariamente de forma trágica, sino que se va desgastando».

Considera que hablar de amor en una novela en 2018 «tiene todo el sentido» y precisa que su novela habla de «amor, desamor, del malestar amoroso y de una vivencia, bastante compartida, de un cierto desconcierto en relación a qué está ocurriendo con nuestras relaciones».

En la obra planea ese malestar amoroso de fondo en la línea que plantea Arlie Russell Hochschild, que «habla de la mercantilización de la vida íntima y del dolor reflejo que causa el capitalismo», señala el autor El vano ayer, con lo consagró como escritor.

Según ese dolor reflejo, comenta Rosa, «una reestructuración en tu empresa acaba con una bronca con tu pareja o acrecienta el malestar con tus hijos».

La novela reconstruye un gran amor empezando por su final, la historia de una pareja que, como tantas, se enamoró, vivió una ilusión, tuvo hijos, y peleó contra la incertidumbre, la precariedad, los celos, luchó para no rendirse, y cayó varias veces.

Como haría el arqueólogo, apunta Rosa, «va excavando, capa a capa, hasta llegar a ese momento en que todo se torció».

Rosa piensa que «a veces se intenta entender la sociedad mirando a la política o al trabajo» y cree, como Eva Illouz, que «el amor es un microcosmos para ver y entender los procesos de la modernidad».

Feliz final es está escrita desde el final hasta el principio y a través de dos voces, un hombre y una mujer: «Toda relación amorosa es una puesta en común de un relato, hasta que llega un momento en que esos relatos se acaban separando y terminan como una lucha de relatos».

La estructura de la novela cronológicamente inversa, empezando por el epílogo, el desmontaje del piso y la mudanza, y terminando con la primera mirada, tiene que ver con «el tiempo en el amor sincronizado, pero sobre todo con el tiempo de vida, que se nos escapa, que vivimos en el presente, incapaces de fijarlo por el sistema en el que vivimos».

A su juicio, tenemos la sensación de que en nuestras vidas «sólo vemos el presente».

Como en todas sus novelas, el texto parte siempre de una pregunta inicial, que va más allá del tema del libro, en este caso, revela, «la pregunta es por qué nos queremos tan mal, en las relaciones de pareja, en la familia, y qué es lo que interfiere y fastidia nuestra capacidad de amar».

PARALELISMOS /Observa asimismo Rosa «un paralelismo entre las condiciones laborales y esa capacidad de amar, e incluso las condiciones económicas, los salarios, influyen en el desamor, en el momento de la ruptura».

Confiesa que, como en todos sus libros, hay una vivencia propia como punto de partida, pero en este caso asegura que no habla de su experiencia propia.

«Ni estoy contando algo mi amor o mi separación -añade-, pero sí comparto ese desconcierto y esa creencia de que nos estamos queriendo mal y a partir de ahí abro el círculo y lo contrasto con mi entorno y mi familia».

A pesar de todo nuestro descreimiento, se obliga a ser optimista y la prueba es que «seguimos buscando el amor» en un tiempo que te empuja al pesimismo.

Aunque Feliz final pueda parecer «triste y desolador», el autor quiere pensar que esos sentimientos acaban también «movilizando a buscar ese otro amor bueno, sin los elementos negativos del viejo amor».