Pet Shop Boys rompen sus rutinas editoriales con Electric , publicado no tres años después de su anterior disco, como era costumbre, sino solo 10 meses más tarde. Cambio de compañía, tras casi tres décadas en Parlophone, sello hasta el año pasado vinculado a EMI, y apuesta por un disco de aire temático: si Elysium (2012) se decantaba por los medios tiempos y ambientes recogidos, su sucesor contiene nueve canciones de robusta textura electrónica y una base rítmica pensada para la pista de baile.

Cada vez que Neil Tennant y Chris Lowe han intentado firmar un nuevo Behaviour , su emotivo disco de 1990, han descarrilado (su punto más bajo fue la temeridad pop-rock baladística: Release , del 2002), y Electric demuestra que en el terreno de la música bailable aguantan mejor las comparaciones que cuando se ponen trascendentes. Ahora miran de reojo el clásico, efusivo y sinfónico Introspective (1988), y el resultado es apetecible aunque el momento sea otro, y el house ya no conmocione ni innove como entonces.

De nuevo, estamos lejos de sus cotas más altas (la última llegó con Yes , en el 2009), pero la nueva entrega aguanta el tipo pese a sus altibajos y guiños autorreferenciales. Electric propone una frondosa experiencia pop con vocación hedonista y generosa especulación techno con vistas al pasado. La primera pieza, la casi instrumental Axis , entronca con la lejana The sound of atom splitting , y Flourescent , que se abre paso con un largo fragmento sin voz, bien podría haber formado parte de Relentless, el disco electrónico que se adjuntó con la edición limitada de Very (1993).

En su año 32, Pet Shop Boys halla inspiración mirándose al espejo. El fruto resultante es atractivo sin ser un hito. Pero el golpe de efecto de Yes nos demostró que aún es razonable esperar cualquier cosa de Neil Tennant y Chris Lowe.