Este año no he citado a Dickens, lo que se estaba transformando en una tradición, ni he escrito la carta a los Reyes Magos, que a estas alturas ya solo me queda pedir cantidades ingentes de vino y que pasemos esto encerrados en casa medio aturdidos. Mientras escribo recuerdo que el alcohol tiene esa extraña capacidad de hacer que todo te importe una mierda, con lo cual estaríamos todos por ahí, en plena exaltación de la amistad, abrazando hasta a las farolas y besando a desconocidos, sin mascarilla ni nada que se le parezca, así que no, no voy a pedir vino. Vamos a pedir dinero. Inversión en investigación, como solicitaba para el cáncer Ana Obregón en esas campanadas sororas: «Estamos aquí dos mamás». Inversión en investigación, sueldos dignos (que las becas son de vergüenza); inversión en educación; inversión en ciencia y que el dinero público sirva para sostener lo que es público, gracias. Que yo no pago impuestos para que se los den a una cadena de clínicas los mismos que desmantelan la sanidad.

He pasado todas las Navidades escuchando compulsivamente una canción que me recordó una amiga. Se titula White wine in the sun y la ha compuesto un australiano que vive en Londres, que es músico, comediante y más cosas, y que se llama Tim Minchin. Es ateo, recuerda que la medicina alternativa que funciona ya tiene un nombre, «medicina» y, cuando nació su hija, quiso hablarle de la Navidad. «Tengo todas las objeciones habituales al consumismo, / a la comercialización de una antigua religión / y a la occidentalización de un paletino muerto / para forzar a vender PlayStations y cerveza». Y también: «Tengo todas las objeciones habituales a la mala educación / de los niños, a los que en instituciones libres de impuestos, se les enseña a atribuir sus culpas a causas externas, / a sentirse avergonzados y a juzgar las cosas como buenas o malas, sin matices».

Pero, dice: «Voy a ver a mi padre, mi hermano, mis hermanas, mi abuela y mi madre tomando vino blanco al sol». Y, cuando su hija crezca, lo hará también: «Eres demasiado joven para saberlo / pero lo aprenderás un día: / donde quiera que estés y lo que sea que enfrentes / estas son las personas que te harán sentir segura y a salvo». Aunque estés a nueve mil kilómetros de casa, sabrás que tu madre y yo, junto a tus hermanos, tus tíos, tus primos y tus abuelos... estaremos al sol, tomando vino blanco.

No se me ocurre mejor deseo que ese: saber que, en algún lugar, hay tradiciones que podemos hacer nuestras y construirlas y amarlas. Incluso aun cuando tu familia no te haga sentir segura, que también ocurre. Y disfrutar por los que no están. Y, por los que pudieran no estar, extremar las medidas de precaución.

Las calles del centro de Mérida están estos días llenas de gente con mascarilla haciendo colas en los comercios. La campaña de Navidad ha sido más floja que la de otros años, las rebajas no son tales, porque llevamos con descuentos desde el Black Friday. De todos modos, impacta ver a la gente en fila, como solo las hemos visto en Doña Manolita.

Podría hablar del cansancio y del miedo a volver a la casilla de partida para el mundo de la cultura, los bares, los comercios, la gente normal que quiere llevar vidas normales y trabajar normalmente en un par de años que lo están siendo todo, menos normales. La Editora Regional hizo una cosa maravillosa en Navidad, elaborar un catálogo, con una veintena de novedades de autoría extremeña, divididas en seis secciones (singulares, narrativa, poesía y teatro, Extremadura, Extremadura ilustrada e infantil y juvenil).

Hay bellezas ilustradas como Felicitaciones japonesas. Surimonos: pintura y poesía, de Eiko Tomita y Javier Alcaíns; o la antología La belleza de las jirafas y otras historias (2000-2020), de Fermín Solís. En el caso de Fermín Solís hay un aliento siempre y una forma de ver la realidad que son únicos y, aunque haya podido evolucionar (que ha madurado y se nota mucho y es un autor más rico) ese aliento está desde los inicios de sus viñetas», dice el director de la Editora, Luis Sáez.

No hemos tenido fiestas, no tendremos fiestas, no habrá Jarramplas a los veinte de enero cuando más hiela. Sebastián Martín Ruano ha hecho un viaje fotográfico por las fiestas ancestrales de nuestra región.

Y no falta la poesía con los versos y la obra gráfica de Pureza Canelo en Poemas y otros nidos.

También se publicará el Epistolario de José María Gabriel y Galán (edición, introducción y selección de Jesús Gabriel y Galán Acevedo) . En este ultimo, «plantea su propia promoción como autor o su situación frente a problemas nacionales o morales, como una red social física, de papel y de tinta y que, a diferencia de hoy, había que esperar uno, dos o tres días para recibir respuesta. Este libro y los Cuentos extremeños de Mariano Curiel van a ser muy importantes para los investigadores», sostiene Sáez.

¿Recuerdan cuando en los buzones había a veces algo más que una factura? Cartas de amigos de los que conocíamos la letra. Ojalá volviéramos a escribir así. Podría ser, piénsenlo bien, un buen propósito de año nuevo. Que llegaran cartas.