En su nueva película, Después de mayo , el director Olivier Assayas (París, 1955) mira atrás con resignación a su juventud, durante los años inmediatamente posteriores a las revueltas sociales y estudiantiles de 1968.

--¿En qué medida es la película una recolección de sus experiencias de juventud? ¿Participó usted en las revueltas?

--¡Por supuesto! Pero, pese a lo que suele pensarse, no todos los jóvenes franceses lo hicieron. Incluso en la escuela a la que yo iba, la mayoría de chavales no tenía idea de lo que estaba pasando. Yo diría que éramos una minoría, pero muy activa. Así era en todo el mundo.

--A diferencia de lo habitual en el cine ambientado en esa época, su película no idealiza. ¿Se siente decepcionado?

--Bueno, debo ser ambivalente acerca de esos tiempos. La ideología era como una cárcel en los años 70. O eras un trotskista, o un marxista-leninista, o un anarquista, o lo que fuera, pero tenías que ser algo. Y eran necesarios mucha convicción y mucho coraje para cuestionar esos valores aunque, si ahora pensamos en el maoísmo, por ejemplo, queda claro que la China maoísta fue un desastre de proporciones absurdas: millones de personas morían y nosotros simplemente no queríamos verlo, y preferíamos cantar las excelencias de la revolución china. Yo me sentía como el niño de ese cuento de Andersen, El traje nuevo del emperador, que era el único que veía que el emperador estaba desnudo.

--Pero también se lo pasaron bien, con el rock y la irrupción de liberaciones de todo tipo.

--Sí, pero ten en cuenta que los izquierdistas radicales odiaban esa música, la consideraban reaccionaria y burguesa; y odiaban las drogas, y el sexo libre, y todo eso. Por lo tanto, todos sentíamos esa tensión entre los dos imanes opuestos: por un lado estaban las drogas, la contracultura, la poesía y la música, y por el otro lado había una política muy rígida y dogmática. Y eran las dos caras de la misma moneda.

--En última instancia, ¿qué salió mal entonces?

--¡Todo salió mal! Pero, sobre todo, yo diría que la presión de la ideología se hizo más grande pero la revolución nunca llegaba. El mundo cambiaba y el idealismo se hizo tan opresivo que degeneró en terrorismo y se marginalizó. Y, si lo piensas, fue eso lo que propició la obsesión por el máximo beneficio personal y la falta de fe en el futuro que nació en los 80 y se ha prolongado hasta nuestros días.

--¿Qué diferencias hay entre el mundo que aparece en Después de mayo y el nuestro?

--En general, hoy la gente no cree en el derrocamiento de las sociedades modernas occidentales, pero lo peor es que no ven la necesidad de entender el pasado para hacer frente al presente. Está muy extendida la idea de que estamos fuera del proceso de la historia, de modo que estamos bloqueados en el presente. Y eso tiene algo de pragmático, pero por otro lado carecemos de una visión global del mundo.