El Don Giovanni de Mozart que inauguró el viernes la temporada operística del Teatro Real de Madrid fue recibida con aplausos y abucheos casi a partes iguales pero, como si los espectadores se hubiesen contagiado de la falta de pasión en el escenario, unos y otros fueron breves y poco entusiastas en cualquiera de los dos sentidos, sin dar pie a la verdadera bronca polémica.

Los únicos que sólo recibieron aplausos fueron el tenor Josep Bros (Don Ottavio) y la soprano María José Moreno (Zerlina). Las críticas ruidosas fueron para todos los demás, en menor medida para el barítono Carlos Alvarez en el papel protagonista y la mezzosoprano Sonia Ganassi (Donna Elvira), y en mayor medida para la soprano María Bayo, una Donna Anna que tuvo un primer acto muy poco convincente, el bajo Lorenzo Regazzo (Leoporello), el tenor José Antonio López (Masetto), y el bajo Alfred Reiter.

La mezcla de aplausos y abucheos alcanzó también al director de escena, Lluís Pasqual, y al director musical, Víctor Pablo Pérez, ambos debutantes en el Teatro Real.

Pasqual trasladó la obra desde el siglo XVIII original a la España de los años 40. Su intención era la de aproximarla a los espectadores de hoy aunque, según explicaba antes del estreno, "es una España franquista sin Franco, también podría ser la Italia de Mussolini".

Don Giovanni puede tener muchas lecturas. Puede ser entendida como una historia de poder, de honor, de amor, o de dignidad. Para Pasqual, la ópera de Mozart es "por encima de todo, la obra más grande que la humanidad haya hecho sobre el eros, este impulso de fuego que está en la raíz del ser humano".