En una feria donde no fue muy habitual, hubo que esperar a la tarde de cierre para que se mostrar en puridad el temple del toreo a compás, el que se origina desde un cite asentado y un trazo ajustado y pulseado de los muletazos.

Y ese toreo, aunque se quedara sin premio por sus respectivos fallos con la espada, llegó de la mano de dos extremeños, el joven Ginés Marín y, sobre todo, el veterano Antonio Ferrera, que le hizo al cuarto toro de Victoriano del Río una de las faenas más redondas del abono fallero.

Después de que sus intentos de lucimiento no fructificaran con el insulso primero de la tarde, Ferrera dio todo un recital de buen oficio con el cuarto, al que, medido de raza y sin remate en sus embestidas, aplicó la acertada receta de llevarle siempre bien toreado a media altura y con delicada suavidad en el trazo.

Consiguió así el extremeño que el animal acudiera a todos su cites para ir construyendo un trasteo reposado y marcado por el buen gusto y el ajuste de los pases con ambas manos, un toreo casi deletreado que se saboreó a la par que la artística interpretación de la banda del lento pasodoble "Concha flamenca".

Tanto ayudó Ferrera a embestir al toro que hasta el presidente lo tomó por bravo para concederle una injustificada vuelta al ruedo en el arrastre que ni así llegó a mermar un ápice la importancia de una faena que Ferrera malogró con los aceros, perdiendo el que hubiera sido el merecido premio de dos rotundas orejas.

También se quedó sin trofeos por fallar con la espada Ginés Marín tras su muy estimable faena al segundo de la tarde, al que le ganó terreno hasta los medios con unas lentas verónicas y le hizo un largo quite por gaoneras con el capote plegado que le costó, por ajuste en el cite e indefinición del toro, una fuerte voltereta.

Pero no se arredró el joven de Olivenza, que remató el mismo quite por chicuelinas y se aplomó después muy sólidamente para pasar con temple y ajuste más veces de lo esperado a un toro de medias arrancadas y poco fondo, al tiempo comenzaba el largo aguacero que marcó la tarde.

Igual de firme se mostró luego con el desrazado quinto en medio del lodazal que a esas alturas era ya el ruedo, después de la gran faena de Ferrera y de que Jesús Enrique Colombo le cortar al tercero la única oreja de la tarde.

El joven venezolano, que entró en sustitución de Román, fue todo voluntad para aprovechar la oportunidad de su debut como matador en una plaza de primera española, como se vio en su participación en quites y en el tercio de banderillas que protagonizó con su primer toro, el de más fuertes y encastadas embestidas del encierro, que le encunó y le golpeó con fuerza al clavarle un par al violín.

La faena de muleta del suramericano fue desigual, sin acertar siempre a someter las secas arrancadas del animal, pero tampoco sin cederle terreno hasta que lo tumbó de una buena estocada que avaló la concesión del trofeo.

Intentó Colombo obtenerlo también del sexto, incluso llegó a pedírsele, pero su animoso trasteo a un toro rajado y en franca huida a las tablas no alcanzó la suficiente entidad para ello.

FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Victoriano del Río, de dispar presencia, muy justos de trapío los tres primeros y con más cuajo y volumen los últimos. Corrida marcada por la falta de raza y de celo en su conjunto, con un tercero más enrazado que el resto. Al cuarto, simplemente noble y sin remate en sus embestidas, se le concedió una injustificada vuelta al ruedo en el arrastre.

Ferrera fue atendido en la enfermería de un corte en el dorso de la mano derecha que necesitó varios puntos de sutura.

Al finalizar el paseíllo, la Diputación de Valencia entregó una placa conmemorativa de sus cincuenta años de alternativa al que fuera torero local Ricardo de Fabra.

Décimo y último festejo de abono de la feria de Fallas, con algo más de un tercio de entrada (unos 4.000 espectadores), en tarde fría y con lluvia desde la lidia del segundo hasta la del quinto toro.