Lo que acabaría siendo la cultura hip hop comenzó a fraguarse hacia 1972 en el Bronx Sur, el vecindario más chungo de Nueva York, ciudad que en ese momento comenzaba a erigirse en símbolo de la distopía urbana. O sea que el Bronx Sur era un vecindario muuuuy chungo. La primera grabación de hip hop que tuvo un impacto comercial fue ‘Rapper’s delight’, publicada en 1979 por The Sugarhill Gang (aunque menudo impacto comercial, eso sí, incluso en España, donde la canción fue traducida como ‘El goce del rollista’). De modo que durante siete años el movimiento se mantuvo por completo fuera de los radares de la prensa y la industria musicales. Es un periodo de tiempo en las catacumbas récord en la historia de la musica popular moderna, máxime teniendo en cuenta la potencia de la novedad de marras. Sin ir más lejos sus coetáneos los Sex Pistols se formaron en 1975, editaron su primer sencillo en noviembre de 1976 (‘Anarchy en the UK’) y al año siguiente medio mundo hablaba de ellos y del punk. ¿Racismo? Como mínimo desinterés por lo que se estaba cociendo en guetos negros y latinos de EEUU.

El resultado del largo lapso que el hip hop tardó en aflorar es que sus orígenes están documentados de aquella manera y se conocen más en forma de mito que de historia. Para ponerle remedio Ed Piskor ha escrito y dibujado ‘Hip Hop family tree’, historieta publicada por entregas en Estados Unidos por Fantagraphics y en un tomo en España por Flow Press Media. No solo es gráficamente irresistible, con un estilo que combina la espectacularidad del comic-book clásico estadounidense y la limpieza narrativa de la historieta europea, sino también una verdadera enciclopedia sobre la génesis del hip hop. ¡Sin ser un tostón! Llega, además, tras la definitiva serie documental ‘Hip hop evolution’ (2016), de HBO, y la edulcorada pero al fin y al cabo atractiva serie de ficción ‘The get down’ (2016), de Netflix, de modo que ya no hay excusa para ignorar quién es Kool Herc.

TRES PIONEROS / Aunque por si acaso: Kool Herc forma junto con Afrika Bambaataa y Grandmaster Flash la santísima trinidad del alba del hip hop. A partir de 1972 comenzó a organizar fiestas en las que pinchaba funk. Su hallazgo fue crear bucles de ritmo empalmando el mismo trozo de una canción en dos giradiscos. Afrika Bambaataa, célebre por su colección de vinilos y su poderoso equipo de sonido, y sobre todo Grandmaster Flash perfeccionaron el truco de Herc. En cuanto al scratch: se supone que Grandwizard Theodore dijo ¡eureka! al frotar violentamente por accidente la aguja contra el vinilo para atender la orden de su madre de que dejara de dar la murga.

En el Bronx Sur de la década de 1970 había decenas y decenas de bandas callejeras que sumaban miles de pandilleros. La policía tenía identificados a unos 8.000. Aparte de atizarse entre ellos y acojonar a los vecinos, hacían los negocios clásicos de la pequeña delincuencia y actuaban como brazo armado de especuladores inmobiliarios que querían desalojar edificios para limpiar la zona (lo que ahora llamaríamos gentrificarla). Solían ser pandilleros quienes prendían fuego a los inmuebles, creando una imagen apocalíptica que inspiró a Garth Risk Hallberg el título del novelón neoyorquino ‘Ciudad en llamas’ (2015). Las pandillas se repartían el territorio y en su zona solo actuaba quien tenía su visto bueno. Bambaataa, de hecho, era uno de los cabecillas de los Black Spades, una de las más poderosas. Su decisión de tomarse en serio la floreciente subcultura fue instrumental para que el hip hop fuera sustituyendo a la banda como estilo de vida. A los ‘disc-jockeys’ se fueron sumando ‘b-boys’ (bailarines) y MC (‘masters of ceremonies’, a la larga raperos o rimadores; o rollistas en la inefable España de 1979).

Los grafiteros ya estaban allí antes. Actuar en salas y discotecas, donde arreciaba la fiebre disco, era impensable, nadie quería saber nada en Manhattan de los peligrosos chicos del gueto. A pesar de que DJ Hollywood y su MC Eddie Cheba hacían algo similar en los clubs más exclusivos del centro de la ciudad. El protohip hop tenía sus escenarios en parques y locales y espacios vecinales.

EL GRAN APAGÓN / El apagón que sufrió Nueva York el 13 y el 14 de julio de 1977 fue decisivo para la eclosión del hip hop: tras los saqueos de tiendas, con predilección por giradiscos, altavoces y mezcladores, surgieron la tira de artistas. El sello discográfico que se llevó el gato al agua, de forma turbia para más información, fue Sugar Hill, de Sylvia Robinson, con los ya citados (y artificiales) Sugar Hill Gang. Más genuino era Kurtis Blow, que en 1980 tuvo un ‘hitazo’ con su homónimo álbum de debut. El resto, como suele decirse, es historia (bien documentada, no en balde grandes discográficas y medios de comunicación se abalanzaron sobre el fenómeno).

Aunque el público blanco tardó en asimilarlo. En su serie de 15 actuaciones en el club Bonds de Nueva York los Clash ficharon como teloneros dos noches a Grandmaster Flash and the Furious Five. A los que el público del grupo británico saludó con improperios y lanzamiento de objetos. Y eso a pesar de que unos meses antes el grupo Blondie había lanzado ‘Rapture’ la primera canción con un rapeado en alcanzar el número uno de las listas estadounidenses. Desfila asimismo por las páginas de ‘Hip hop family tree Rick Rubin’, el joven punk que pronto fundaría el capital sello de hip hop Def Jam.