Conjeturar sobre cuáles son las influencias que pudo recibir un artista suele ser tarea complicada, pero lo es mucho más aún cuando su obra es un proyecto vital que propone una mitología completa extendida a lo largo de épocas y de territorios como Númenor, Beleriand y Valinor, y habitada por numerosas razas -los ainur, los dúneadain, los ents-, que hablan lenguas como el adunaico, el rohírrico y el khuzdul. Pese a ello -o precisamente por ello- es legítimo intentarlo. La construcción del universo conocido como Endor o más comúnmente como Tierra Media convirtió a JRR Tolkien en uno de los escritores más importantes del siglo XX, y situó sus libros El Silmarillion, El Hobbit y El señor de los anillos entre los pilares de la cultura pop. El biopic Tolkien -el estreno en España es mañana- repasa la primera parte de su vida para identificar las experiencias que inspiraron sus ficciones.

T.C.B.S.

De familia inglesa, John Ronald Reuel Tolkien nació en el territorio colonial hoy conocido como Sudáfrica; su padre había sido destinado allí como ejecutivo de un banco británico. Cuando tenía tres años, su madre se los llevó a él y a su hermano pequeño a un largo viaje por Inglaterra; el patriarca tenía previsto unirse a ellos; pero murió de fiebre reumática. Carente de fuente alguna de ingresos, la familia acabó viviendo con los abuelos maternos en Birmingham, un lugar tan depresivo que, se dice, con el tiempo se convirtió en el modelo a partir del que se diseñó el tenebroso país de Mordor, donde Sauron forjó el Anillo.

Tolkien tenía 12 años cuando murió su madre, y un sacerdote local asumió tanto su tutela como la de su hermano,, y se aseguró de que recibieran una buena educación. Es en la King Edward’s School donde el futuro escritor conoció a los jóvenes -Rob Gilson, Geoffrey Bache Smith y Christopher Wiseman- con quienes formó el colectivo que serviría de principal modelo para la Comunidad del Anillo: El Club de Té y Sociedad Barroviana (T.C.B.S.), que aspiraba a cambiar el mundo a través del arte. Los cuatro muchachos se inspiraron mutuamente hasta 1916, cuando la primera guerra mundial cambió drásticamente sus vidas.

La batalla del Sommen

Fue una de las más largas y sangrientas del siglo XX, y Tolkien deja claros los vínculos entre lo que su protagonista experimentó en el campo de batalla y los sucesos que posteriormente ubicó en la Tierra Media. La película retrata a un hombre profundamente afectado por la suciedad y la miseria en el frente, y por enfermedades como la fiebre de las trincheras; lo imagina sufriendo alucinaciones en las que aparecen dragones y monstruos llameantes y figuras encapuchadas que montan a caballo a través de los cadáveres. El verdadero Tolkien, es cierto, nunca mencionó haber tenido tales visiones, pero sí hay pruebas de que mientras se recuperaba en el hospital tomó notas sobre su experiencia que luego inspiraron relatos como La guerra del anillo y La caída de Gondolin. Asimismo, se da por hecho que el extraño comportamiento de Frodo Bolsón al final de El retorno del rey era reflejo de algo que Tolkien había contemplado entre sus compañeros soldados, y que hoy llamamos trastorno de estrés postraumático.

Edith

Aunque no es una influencia tan obvia como esas vivencias bélicas, pocos dudan de que para escribir el cuento La historia de Beren y Lúthien -cuya versión final aparece en El Silmarillion-, Tolkien se inspiró en su propia relación con su esposa Edith. La pareja se conoció en 1908, cuando él tenía solo 16 años -ella era tres años mayor-; ambos eran huérfanos necesitados de afecto. Justo igual que los personajes de aquel relato -un humano y una elfina inmortal-, JRR y Edith eran opuestos: ella era protestante, y él católico; él no tenía interés en la pasión de ella por el piano, y ella no entendía la de él por los libros y los idiomas. Asimismo, su amor tuvo que superar un obstáculo formidable: el tutor de Tolkien desaprobaba la relación y le prohibió ver a Edith hasta cumplir los 21, y en consecuencia la joven se mudó y acabó comprometiéndose con otro. Pese a ello, se casaron y vivieron juntos hasta la muerte de ella en 1972, un año antes que la de él. La peripecia de Beren y Lúthien aparece también en El señor de los anillos, cuando Aragorn se la relata a Frodo y la compara con su historia de amor con Arwen.

C.S. Lewis

Con posterioridad al periodo rememorado en la película, Tolkien tuvo oportunidad de compartir su gran afición a la mitología nórdica con C.S. Lewis, autor de la saga Las crónicas de Narnia, cuando ambos coincidieron como profesores de lingüística en la Universidad de Oxford en los años 30. Ambos, asimismo, empezaron a reunirse regularmente con otros escritores y académicos en un pub local, y con el tiempo esos encuentros resultaron en la formación de una asociación llamada Los Inklings -otra comunidad-. Lewis fue la primera persona que leyó las versiones embrionarias de los textos fundacionales de la Tierra Media y, con el tiempo, Tolkien aseguró tener una deuda insaldable con su colega por haberle convencido de que la literatura podía ser para él algo más que un simple hobby.

Catolicismo

Tampoco aparece explícita en Tolkien, pero se considera que la devota espiritualidad católica del escritor fue un referente esencial de sus ficciones. Tanto él como Lewis consideraban que la narrativa fantástica era un vehículo idóneo para hacer que la verdad cristiana superara las reticencias de los lectores reticentes. Y no puede negarse que los héroes de Tolkien son exponentes de la moral católica y de valores como el sentido del deber y la importancia de resistirse a la tentación. En El Hobbit, la odisea de Bilbo Bolsón para encontrar y matar al dragón Smaug es, un viaje de sacrificio personal mesiánico basado en el amor a los demás; y hay quien ve el antagonismo entre Gandalf y Saruman en El señor de los anillos como un reflejo de la lucha entre Jesucristo y Satanás.

Tolkien y Lewis coincidían en una cosa más: ambos odiaban la obra de Walt Disney. El arquitecto de la Tierra Media creía que películas como Blancanieves y los siete enanitos solo servían para infantilizar y banalizar los cuentos de hadas, y así lo expresó en 1947, en su ensayo Sobre los cuentos de hadas. Ese dato tampoco aparece en el biopic, producido por los estudios Fox pero que -tras los recientes cambios sucedidos en el paisaje empresarial de Hollywood- ahora es propiedad de The Walt Disney Company. No es difícil imaginar a Tolkien revolviéndose en la tumba.