Érase una vez en... un nuevo Hollywood.

Parásitos, el trabajo del surcoreano Bong Joon-ho, hizo historia en los Oscar y conquistó el premio a mejor película, uno que en las 91 ediciones anteriores nunca había ido a un filme rodado en una lengua que no fuera el inglés. La barrera finalmente cayó. Y lo hizo a los pies de Joon-ho, reconocido también como mejor director frente a un icono de Hollywood como Quentin Tarantino y una leyenda como Martin Scorsese, al que citó como inspiración y guía desde su época de estudiante de cine, cuando convirtió en su lema la frase de Marty «lo más personal es lo más creativo».

Las cuatro estatuillas para Parásitos, que ganó también por su guion original y en la categoría de película internacional en la que competía Dolor y gloria de Pedro Almodóvar, reconocen a un creador y un trabajo que son un género en sí mismo, aunque tiente usar la reduccionista etiqueta de thriller. Es una película de menos de 20 millones de dólares de presupuesto, nada para los estándares de la industria estadounidense, que aborda localmente una cuestión globalmente crucial de nuestro tiempo: la creciente desigualdad económica.

RECONOCIMIENTO A COREA / Los Oscar a Parásitos y Bong representan el reconocimiento, por primera vez y finalmente, de un país de cine vibrante que acaba de celebrar un siglo de producciones: Corea del Sur. Pero la coronación ante ocho rivales como 1917, El irlandés, Érase una vez en Hollywood o Historia de un matrimonio habla de algo más: lo que puede ser un cambio sin marcha atrás en la Academia de Cine de Hollywood y en unos premios que, quizá, y como esta vez, sean cada vez menos locales.

Forzada desde hace unos años por su escandalosa obsolescencia en cuestiones de diversidad a abrirse a más miembros, la Academia de Hollywood ha dado en los últimos cuatro años entrada a más de 2.000 nuevos integrantes. Si entonces era el 92% blanca y el 75% masculina, ahora los negros representan el 16% de sus miembros y las mujeres el 32%, aún no representativo de la realidad, aunque sí al menos una mejoría. La Academia también se ha rejuvenecido y la edad media ha bajado de 62 años a 50. Y muchos de los profesionales que han ganado entrada y voto no son estadounidenses.

Esos cambios no han evitado que este año solo hubiera una actriz negra, Cynthia Erivo, entre los 19 nominados en categorías de interpretación; o que ninguna mujer entrara en el quinteto de realizadores, pero en el triunfo de Joon-ho y Parásitos se identifica un punto de inflexión.

Su historia es la historia de estos Oscar, pero no es la única. Taika Waititi, premiado por el guion adaptado de Jojo Rabbit, se convirtió en la primera persona con raíces maoríes con un Oscar. En categorías de interpretación no hubo sorpresas pero tampoco polémica. Renée Zellweger, que ya tenía una estatuilla, culminó su glorioso retorno con el Oscar por Judy. Y tres intérpretes que forman parte de la realeza de Hollywood consiguieron sus primeras estatuillas como actores; Joaquín Phoenix como protagonista de Joker, que también ha ganado el premio por la banda sonora de Hildur Guðnadottir; Brad Pitt, por Érase una vez en... Hollywood, premiada también por el diseño de producción, y Laura Dern la abogada de divorcios en la película de Noah Baumbach para Netflix.

EL ‘STREAMING’, CASTIGADO / Precisamente lo que de momento sigue sin escribirse es la historia con mayúscula de la plataforma de streaming en Hollywood. La gran disruptora partía como máxima nominada pero solo ha logrado el Oscar de Dern y el del mejor documental por American factory. Su gran apuesta de este año, El irlandés de Scorsese, se fue de vacío pese a sus 10 nominaciones. Y se ratifica que la industria, y sus votantes, miran y tratan a Netflix, aunque sea en los Oscar, aún con recelo y han dado a Parásitos lo que negaron a Roma. E incluso en animación, donde solo en dos años Netflix ha logrado convertirse también en actor de peso, no ha podido con un gigante como Pixar. Klaus, la película del español Sergio Pablos, no pudo superar a Toy Story 4 y se fue de vacío.

1917, el trabajo bélico de Sam Mendes que en las últimas semanas había conseguido situarse como gran favorita, hizo agua en las categorías mayores pero no se hundió. Suyo fue el Oscar a mejor fotografía por la intachable y magnífica virguería que firma Roger Deakins. Y también la mantuvieron a flote dos premios técnicos, el de mezcla de sonido y efectos visuales. Otros dos, los de montaje de sonido y montaje, también fueron para Le Mans ‘66.