Ante el descomunal éxito de su primer disco (y el consiguiente acústico en directo con casi idéntico repertorio) más de uno pensaría: ¿es para tanto Pablo Alborán? Pues Tanto lleva por título el disco que corrobora con creces la acogida del anterior. Ahora está en plena gira de presentación.

--¿Le han sucedido más cosas en estos últimos tres años o en los 21 que anteriormente vivió?

--Pues a veces tengo la impresión de haber hecho más cosas en estos tres años que en todos los vividos anteriormente. Es como si hubiera pasado mucho tiempo, cuando en realidad es muy poco. Pero tantos viajes, tantos conciertos, tantas visitas de promoción a diferentes países... Son además vivencias muy intensas.

--¿No da vértigo tanto éxito?

--Es que para mí el éxito es otra cosa: como que dentro de 50 años pudiera seguir dedicándome a la música. Esto es más bien un privilegio, una bendición, una combinación de suerte y mucho trabajo. Y en cuánto al vértigo, en esta profesión en la que un día estás arriba y al siguiente abajo, vértigo siempre se tiene, vaya bien o mal. Igualmente, cuando en diciembre acabe la gira, haré un parón necesario para perder el miedo.

--¿Le daba miedo sacar este disco?

--Sí, sobre todo sacarlo tan pronto. Y sigue rondando el número uno. Pero en enero hay que parar, oxigenarse y ver hacia dónde irá el nuevo.

--¿Sabe ya por dónde ira?

--Sí, pero quiero vivirlo. Irme a Londres a trabajar con gente a la que admiro mucho. Intentar plasmar todo lo que en disco aún no he podido y que sí se trasluce más en el directo.

--Es usted trabajador, guapo y de ilustre familia. Posee una voz privilegiada y compone de maravilla. ¿Algún defecto también tendrá, no?

--¿Y quién no tiene defectos? Aunque me ha vendido tan bien que preferiría no decírselos (risas). Hay virtudes que en exceso pueden ser un defecto: el perfeccionismo, la autoexigencia, el querer tenerlo todo controlado... Yo soy de darme mucho con el látigo y hay veces que eso te impide disfrutar. Y bueno, si me viera un domingo por la tarde mirando el fútbol le aseguro que me encontraría muchos defectos (risas).

--¿En el extranjero le ven más como artista pop o de world music?

--Pues al principio en muchos sitios me calificaban como gitano, supongo que por el punto aflamencado. Luego me pusieron otras etiquetas y cuando empecé a dar conciertos vieron que todo era mucho más sencillo: que soy un chico que canta y que compone al que le gustan todo tipo de músicas y todas le influyen.

--Musicalmente, reina tanto en España como en Portugal.

--Es un país que me enamora: como viven, su manera de entender la música nada contaminada por la industria o lo comercial.

--Parafraseando su disco, como cualquier artista usted soñaría con tener éxito, ¿pero tanto?

--Bueno, queda mucho, nunca se sabe lo que pasará mañana.

--Pero supongo que es consciente de que un triunfo tan inmediato, tan masivo y tan intergeneracional no tiene precedentes.

--Hay cosas que todavía me siguen chocando. Incluso cuando voy con el coche y veo los carteles de mis conciertos a veces pego un frenazo. Me emocionan mucho y además, no quiero asimilarlas. Es maravilloso ser conocido por tu trabajo, que la gente te pare para hacerse una foto contigo...

--¿Eso último no cansa?

--Claro que a veces cansa. Y cansa todavía más el no poder disponer de un día entero libre o tener ganas de quitarte la camiseta porque hace calor y tener que pensártelo dos veces... Pero como mis costumbres y mis placeres son muy caseros no me resulta nada traumático. Gana lo positivo.