La primera y más lógica reacción a otra temporada de Big little lies (en HBO desde mañana, día 10) es el escepticismo. Al fin y al cabo, hablamos de una serie que se anunció como miniserie, basada en una novela de Liane Moriarty sin continuación oficial. Su misterio de asesinato ya está resuelto. A la pregunta «¿hacía falta?», la respuesta es «no». A la pregunta «¿hace falta ver la nueva?», la respuesta es un sí rotundo.

La anterior temporada acababa con Celeste (Nicole Kidman), Madeline (Reese Witherspoon), Jane (Shailene Woodley), Renata (Laura Dern) y Bonnie (Zoë Kravitz), aquellas cinco mujeres unidas por frustraciones, traumas y, finalmente, un crimen, jugando con sus perfectos hijos en una perfecta playa. Una foto rota en pedazos por la segunda temporada desde los primeros momentos. Ya han pasado varios meses desde la muerte de Perry (Alexander Skarsgård), según la conclusión oficial tras una fatal pérdida de equilibrio, que no el empujón de Bonnie. Pero las amigas, lejos de haberse recuperado, están encalladas en un limbo de culpa, ansiedad y manía persecutoria. Son un manojo de nervios.

Relación de malos tratos

Madeline está quisquillosa como nunca y devora cupcakes y muffins de forma compulsiva; Bonnie no deja de correr, como si así pudiera dejar atrás el pasado; Renata supera récords de histeria, sobre todo después del arresto de su marido por fraudes; Jane no ha superado el trauma de la violación gracias al fin de su violador; y Celeste sigue echando de menos al susodicho, en el desarrollo de personaje que quizá vaya a traer más controversia. Big little lies podría ser la serie reciente que mejor aborda la complejidad de una relación de maltrato, con permiso de Barry, segunda temporada.

A las amigas no las persigue solo La Mentira, en un sentido abstracto. Hay una nueva amenaza en el lugar: Mary Louise, la madre de Perry (una pasivo-agresiva Meryl Streep), que ha llegado a Monterrey para resolver por su propia mano el misterio de la muerte de su hijo. En su cometido, encontrará ayuda insospechada de Celeste, cuya racha de pesadillas la lleva a gritar en voz alta, en mitad de la noche, frases sobre violaciones y planes de matar a alguien.

Esta nueva temporada se basa, así, en aclarar viejos misterios, o airear viejos secretos, antes que en otro asesinato (al menos en los tres primeros episodios). El suspense cede espacio en la ecuación al drama doméstico y golpes de comedia generalmente protagonizados por Renata (Dern tiene las mejores líneas de guion), pero también el explosivo tándem Witherspoon-Streep. Si se tiene la sensación de estar en buenas manos, de estar asistiendo a un desarrollo natural de la acción, quizá sea porque Liane Moriarty ayudó al guionista y productor David E. Kelley escribiendo una novela de 200 páginas que le sirvió de Biblia.

Una directora magnífica

Por otro lado, aunque el director Jean-Marc Vallée, artífice de la personalidad visual de la serie, ya no está detrás de la cámara, se ha buscado al mejor reemplazo posible. Dirige los siete episodios Andrea Arnold, cineasta británica adepta, como Vallée, de la cámara al hombro y los sentimientos a flor de piel. Y que en su primera película, el thriller de venganza Red road, ya trataba temas de abuso sexual. La evolución del personaje de Kidman ha debido de interesarle, porque en su cine el sexo siempre ha sido importante, igual que el desafío a la moral establecida.

Experta en el retrato de personajes en los márgenes, Arnold fija aquí su mirada en gente ahogada en privilegios, gente con una familia, que ve el océano desde sus mansiones, que se opera por capricho. A veces los captura a solas, como más le gusta, e incluso llega a hacerse una especie de autohomenaje cuando filma a Jane (la heroína menos forrada) bailando en la playa con auriculares, aislada de todo, como hacía la protagonista de Fish tank en la habitación vacía de un edificio abandonado.

Quizá en parte porque Vallée sigue en el equipo de montadores (ya no bajo el alias de Jim Vega, sino con su nombre), la serie aún fluye de forma hipnótica. Los saltos de montaje pueden ser sugerentes y provocadores. Cuando Nathan se queja a su esposa Bonnie por un tímido golpe, se salta a un flashback de violencia entre Perry y Celeste; cuando una terapeuta pregunta a Celeste si Perry es su droga, empezamos a escuchar Love is the drug de Roxy Music como fondo de la cita de Jane con un compañero del acuario. Big little lies 2 es mejor, más fascinante y absorbente de lo que tiene derecho a ser.