En este mes de julio, cuando vivimos en Extremadura el indulto de los calores vengativos de ese estío infernal de otros años, nos hemos deleitado con un espectáculo de teatro excelente, resonado en las murallas centenarias del lugar donde los templarios de occidente tuvieron su última morada. Se ha cambiado la ubicación en el castillo respecto a ediciones anteriores de este evento, que corona ahora su quinta edición, con algunas variaciones significativas.

Bello sin duda por el lugar y por la soberbia puesta en escena, en un espacio amplio que llegó a tener hasta 200 actores interviniendo al unísono, sin que se tuviera sensación de bullicio. Cada tienda, antorcha, árbol, restos pétreos, lanzas, caballos, riachuelo... estaba en su lugar. Muy bien logrado el movimiento escénico y manejadas con tino las secuencias y los efectos especiales que subían los decibelios interiores del dramatismo en una edición que ha apostado sobre todo por la espectacularidad.

Pero los espectáculos históricos han de conjugar el propósito sorprendente con la veracidad de lo escenificado. La imaginación es permitida allá donde se ignora el dato, el hecho. No obstante esta aportación imaginada ha de ser consecuente y no contradictoria con el resto de la narración conocida por la historia. La dirección escénica ha cambiado el título, de El último templario de Jerez , de ediciones anteriores, por La torre sangrienta . Ese torreón es el lugar donde se ejecutó a los últimos templarios que no se refugiaron en la Orden portuguesa de Cristo, a pocas leguas de Jerez. Y siendo sustancialmente igual la tesis argumental, en la anterior obra que en esta, sin embargo aparecen ahora ciertas morcillas que malamente se casan con la historia verdadera. No había mujeres en las casas-encomiendas templarias, como ahí aparecen, y no tuvo el espacio jerezano en el pasado protagonismo del pueblo griego para justificar la aparición en escena de una profusa colección de columnas helénicas, cual si estuviéramos en la Magna Grecia y en su yacimiento arqueológico de Agrigento visitando el Valle de los Templos.

No queda clara en la obra lo que llegó a suponer la estrategia de los monarcas para ir desgastando el inmenso poder templario de la villa jerezana, eso que en nuestra tesis Territorio Templario llamamos el cerco envolvente , que explica mejor el final trágico de los templarios en La torre sangrienta .

El pueblo protagonista

Es excelente la voluntariedad del pueblo al desempeñar con una dignidad profesional encomiable cada uno de sus papeles en el reparto. Así, son una delicia escénica los retratos del mercado, o la preciosidad interpretativa y hasta de pintura pastel en las lavanderas, cual si las hubiera concebido el artista Alejandro Tinoco, con un acompañamiento musical y textos muy bien traídos. Tiendas y colgaduras van poniendo palabras de heroísmo a las almenas, Diógenes que merodean en el mercado, panes y cestos, chacinas que se ofrecen en sus perchas de árbol, suman una contribución preciosista a la belleza que entre todos ofrecen y que no se logra sin un ensayo concienzudo. Son golosinas pródigas al público las escenas de los niños jugando, al corro, a candaje, a la comba, a la gallinita ciega, que rememoran sin quererlo aquellas pinturas preciosas y espontáneas del artista flamenco del siglo XVI Pieter Bruegel, El Viejo, y cuyo cuadro tituló El juego de los niños .

Muy bien traído el simbolismo de despedida de la novia. Excelente en esa escena el ritmo deambulante de los personajes.

De sobresaliente calificamos la ceremonia del entierro del Maestre de Xerez, Fray Pay, que discurre en segundo plano de la escena, mientras las intrigas circulan más próximas al espectador. En esta línea de espectacularidad el festival ha ganado respecto a ediciones anteriores.

El tópico imperante

Me ha parecido subida de tono la animadversión escenificada del pueblo contra el Temple, difícilmente asumible si pensamos en el verdadero papel que jugaron las ordenes militares, llenas de virtudes y con un código de caballería encomiable, como el apoyo al débil, a la mujer, al desvalido, al que necesitaba auxilio. Nada de eso aparece y sí "por esa moda imperante hoy" se nos muestra a los hijos de Alá como perdedores y sumisos, víctimas del cristianismo dominador. En la realidad histórica la convivencia en los territorios progresivamente conquistados en nuestra península fue muy llevadera, y la armonía entre las tres culturas resulta hoy un hecho incuestionable de pacifismo social. Pero como la modernidad manda y la onda mental va por respetar y aplaudir al Islam y atizarle a Cristo, también en la obra se cae en ese tópico insustancial y facilón.

Estreno feliz

Sin duda el Festival (dirigido por Javier Leoni) tiene futuro, más lo tendrá si la dirección escénica de Pedro A. Penco se aviene con sosiego a la necesidad, por el crédito del proyecto, de conciliar lo histórico y lo espectacular, algo que no daña a la obra, pues todo es cuestión de trabajo e imaginación. No podemos caer por mero imperativo escénico o de reparto en lo manoseado y fácil, cuando hay profesionales tan cualificados metidos al medio y el tema bien lo vale. Con texto en esta edición de Nuria P. Mezquida, destaco como muy brillante la interpretación de Laura Orduña (María); de Maye Vallecido (Manina la ciega); de Celia Nadal (Zulema) y, cómo no, al del grupo de preciosas lavanderas.

El Festival Templario de Jerez de los Caballeros es un espectáculo de lujo, que debe ser más promocionado incluso entre los extremeños, y que nadie amante del teatro verdadero y de siempre debe perder la oportunidad de contemplarlo. El asunto bien merece un viaje.