Ya es paradójico que aquellos que mejor han analizado estos tiempos de miseria económica y social hayan sido pensadores casi centenarios, que los más jóvenes adoptaron como emblema. En el quinto Año Triunfal de la Crisis nos dejaron el activista Stéphane Hessel, superviviente de Buchenwald y descendiente directo del libre triángulo amoroso que François Truffaut trazó en su película Jules y Jim , y su hermano espiritual a este lado de los Pirineos, el economista y novelista José Luis Sampedro. Ellos supieron ponerle nombre a nuestro cabreo: indignación.

Contra toda previsión Lou Reed, padre del rock alternativo, logró hacerse viejo desde el lado más salvaje --o más bestia que diría Albert Pla-- para convertirse en leyenda, el outsider con éxito, que ya es contradicción. Azote de periodistas, gran poeta del arroyo, músico esencial, murió con placidez zen a los 71. Junto a él, músicos para el recuerdo como J.J. Cale, creador del Cocaine que popularizó Neil Young; Phil Ramone, productor de casi todo el mundo --desde Bob Dylan hasta Liza Minnelli--; el psicodélico Kevin Ayers; Richie Havens, icónica figura del festival de Woodstock, y Ray Manzarek, otro ilustre superviviente, cofundador de The Doors. Sin olvidar a Donna Hightower, que vivió buena parte de su vida en España, donde el éxito de su Vals de las mariposas , no apto para diabéticos, oscureció sus logros jazzísticos. Ni a uno de los grandes protagonistas de la movida ( Siniestro Total y Golpes bajos) Germán Coppini, que se fue en Nochebuena.

Bebo de Cuba, Bebo Valdés, se fue con lloraderas --aunque él no las quisiera-- en Estocolmo, lejos de su isla. Llegó a la popularidad pasada la edad legal de jubilación, pero el cuerpo y el ritmo le aguantaron e hicieron de él toda una leyenda. Para activar la nostalgia también se marcharon Tony Ronald, holandés afincado en Barcelona que acuñó Help , éxito pop donde los haya, y Alfonso Santisteban, rey del lounge hispano y del daba-daba-dá y de tantas y tantas sintonías televisivas. Y qué decir de Georges Moustaki, eterno métèque , banda sonora de adolescencias setenteras, o de Jimmy Fontana, autor de El mundo , en el mejor estilo retro Festival de San Remo, y Qué será , que popularizaría José Feliciano. Sara Montiel, diva entre las divas, es una de las grandes pérdidas del año. Saritísima fue la punta de lanza de una conquista de Hollywood que se veía potente y por tanto distorsionada desde la España de posguerra, ya que allí apenas levantó polvareda como vistosa secundaria. No importa. Ha sido lo más parecido a una estrella que hemos tenido.

Con menos glamur y más poderío vocal, Manolo Escobar, ídolo popular de la canción española, se fue rodeado de extraordinarias muestras de cariño. Inevitable. Consideraciones políticas a un lado, él le puso voz al desarrollismo español. Podemos despreciar La minifalda , el Porompompero y por supuesto el ¡Que viva España! pero, lo queramos o no, forman parte de nuestros días de radio.

Las viejas glorias del cine han quedado bastante mermadas en este 2013. Los electrizantes ojos azules de Peter O'Toole, ya por siempre Lawrence de Arabia camino de Aqaba, han sido los últimos en cerrarse. Una gran dama de la pantalla como Joan Fontaine --aquella mosquita muerta que propició que en España se acuñara el término rebequita porque lucía una en Rebeca , la película de Hitchcock-- logró que casi todas sus necrológicas recordaran su encarnizada disputa con su también nonagenaria hermana Olivia de Havilland. Las piscinas se quedaron huérfanas de Esther Williams, una estrella que solo lucía en remojo. Y para los más cinéfilos, también fue una importante baja Eleanor Parker, la más atractiva inválida de la historia del cine, como la llamó Terenci Moix, porque apareció en silla de ruedas en cuatro películas.

En el star system local, manda la muerte de Alfredo Landa, que con su solo nombre evoca no ya solo un tipo de cine carpetovetónico y rijoso sino también un espejo en el que mirar el franquismo y una vía cómica por la que hoy circula Alex de la Iglesia y Santiago Segura. Pero hay mucho más. Landa, actor excelente y tipo querido y odiado a partes iguales, supo finalmente demostrar su valía.

En este casting también tienen cabida María Asquerino, en cine o teatro, especialista en desgarro y en alardear de amores --porque podía--. Pepe Sancho, el Estudiante de Curro Jiménez casado durante años con otra temperalmental Jiménez, María. Y las dos Amparos, Soler Leal y Rivelles, más Elvira Quintillá, musas de posguerra. Sin olvidar al patriarca de los Guillén, Fernando, gran intérprete de clásicos y el mal hombre que engañó a Carmen Maura en Mujeres al borde de un ataque de nervios .

El realizador japonés Nagisa Oshima atrajo a las salas de Arte y Ensayo a los espectadores que jamás habían pisado una gracias al Imperio de los sentidos , la respuesta japonesa a El último tango en París pero con final infeliz. También se despidieron dos heterodoxos locales como Jess (Jesús) Franco, que fue ayudante de dirección de Orson Welles y facturó más de 200 películas adoradas por los seguidores de lo friki, y Bigas Luna, impúdico e irónico erotómano. Y el productor de productores, el vasco Elías Querejeta, gran manipulador, que para algo mandaba mucho. Su filmografía sirve para repasar, apenas sin grandes ausencias, la gran renovación del cine español de los últimos 50 años.

Ray Harryhausen no era director pero impuso su personalidad en los efectos especiales de películas maravillosas. Dio vida, fotograma a fotograma, al cíclope, la mujer serpiente, el ave-rock y los esqueletos peleones

que alegraron muchas infancias. Y nada más evocador de la niñez que aquella carismática frase "Yo soy tu padre" (en dura pugna con "Chanquete ha muerto") de La guerra de las galaxias . Era la voz profunda del llorado Constantino Romero, el "hermano que te vas a California", de la canción de Serrat.

Las pérdidas en televisión están ligadas a las series. Se fue James Gandolfini, por siempre Toni Soprano, capaz de destilar brutalidad y fragilidad a partes iguales. Se fueron Steve Forrest --"T. J., al tejado"-- de Los hombres de Harrelson , Corey Monteith de la serie Glee y la entrañable Mariví Bilbao de La que se avecina . Y en el campo periodístico, Manuel Martín Ferrand, rostro de la Transición, y Concha García Campoy, demasiado pronto.

Muchos de los actores ya mencionados tuvieron un lugar en el teatro, el arte más efímero. Entre sus bajas está la todopoderosa Anna Lizaran --la más grande de las tragedias escénicas es no poder volver a verla--, el príncipe de los directores de escena franceses, Patrice Chéreau --su importancia como realizador de cine no es equiparable a la que cosechó en los escenarios-- y el imaginativo Jérôme Savary, renovador del cabaret.

Anthony Caro, gigante de la escultura británica en hierro y acero, ha acompañado a un llorado trío de fotógrafos: Oriol Maspons, Toni Catany y Paco Elvira, mientras que el diseño ha perdido a Rafael Marquina --padre de la copiadísima aceitera antigoteo-- y Ottavio Missoni, patriarca del tejido.

El mundo de las letras internacionales perdió a dos Nobeles de altura. El poeta Seamus Heaney, cantor de la infancia, la vida campesina y referente ético en la violenta Irlanda del Norte y la británica Doris Lessing, autora de El cuaderno dorado , que se convirtió, muy a su pesar, en el emblema de los movimientos feministas de los años 60. Su distinción llegó tan tarde que algunas voces --como la de Harold Bloom-- criticaron la decisión de la Academia sueca.

Mucho más populares fueron las desopilantes novelas del humorista Tom Sharpe, que murió en su domicilio de Llafranc donde residía desde hacía 22 años sin haber aprendido una palabra de catalán o de castellano. El fallecimiento de Richard Matheson, gurú de la ciencia ficción de los años 50, nos hizo recordar las adaptaciones de sus novelas El increíble hombre menguante y Soy leyenda . El maestro Elmore Leonard, respetado más allá de las fronteras del género negro, nos hizo pensar en las versiones que de sus historias hicieron Quentin Tarantino o Steven Soderbergh, y Tom Clancy, que con sus novelas de espías ha sido uno de los autores que ha sacado más partido a la paranoia que culminó en el ataque a las Torres Gemelas. Reaganiano convencido, su héroe Jack Ryan ha sido encarnado por Harrison Ford, Alec Baldwin y Ben Affleck.

El premio Cervantes colombiano Alvaro Mutis, amigo y cómplice de García Márquez, falleció en México, su patria de adopción. Creador de novelas protagonizadas por el gaviero Maqroll, en la estela de Conrad, le gustaba alardear ante la prensa de "reaccionario". El pensador Eugenio Trias aplicó su filosofía del límite a todos los terrenos, incluido el del cine. El sabio Martí de Riquer, grande de España, nos dejó a solo unos meses de cumplir 100 años su inconmensurable legado sobre el Quijote y la poesía de los trovadores. El aragonés Javier Tomeo, amado monstruo radicado en Barcelona, fue uno de los autores más a contracorriente de la literatura española. Y el poeta Juan Luis Panero, el más lejano de los hermanos protagonistas de El desencanto , una película que simbólicamente nos retrató a todos hace casi 40 años.