El público puede llegar a disputar el protagonismo a la estrella en los recitales de Bruce Springsteen, y sobre él recaen ahora los focos en una película con poder para remover emociones y reafirmar adhesiones al autor de Born to run. La producción Springsteen & I, que se estrena hoy en cines de 49 países (entre ellos, y solo por un día, cuatro salas de Barcelona), maneja los elevados conceptos que riegan desde hace décadas los artículos y libros escritos sobre el Boss. Esta vez, no salen de su voz, ni de la pluma de un especialista, sino de sus fans.

Springsteen & I ofrece abundante material conmovedor. Testimonios que tocan la fibra y escenas que pueden ayudar a entender por qué este cantante y guitarrista de New Jersey ha sabido construir un vínculo tan intenso y estable con millones de seguidores de todo el mundo. Aunque, lo más probable es que el espectador escéptico encuentre en sus fotogramas nuevos motivos para el distanciamiento: tanta intensidad emocional no puede ser sana ni madura, pensará. Estamos, pues, ante un producto para fans, sí. Pero nacido de ellos: las imágenes utilizadas en el filme proceden de aportaciones espontáneas de todo el mundo.

La película, dirigida por un realizador con más experiencia en el vídeo musical que en el cine, Baillie Walsh (autor del clip de Slow, de Kylie Minogue, grabado en el 2003 en la piscina municipal de Montjuïc), y con Ridley Scott como productor ejecutivo, se inspira en Life in a day, cinta construida a partir de vídeos de YouTube. Los testimonios proceden de fans estadounidenses, británicos, daneses, polacos... y una catalana que aparece junto a un cartel con la leyenda «Barcelona is yours» («Barcelona es tuya»). El filme solo dura 78 minutos, si bien hay bonus con más testimonios y un fragmento del concierto del 2012 en Hyde Park, con Paul McCartney como invitado. Sí, la actuación en la que le acabaron cortando la luz. Todo ello se incorporará a la versión en DVD.

La comunidad

Abre la película una letanía de Springsteen durante un concierto. «Estamos aquí porque vosotros estáis aquí. No podemos ir a un sitio en el que estemos solos. Os necesitamos», explica al público. En adelante, le corresponde a la audiencia compartir sus experiencias en torno al Boss. Se repiten los valores e ideales identificados con el personaje: pasión, esperanza, honestidad, fe, corazón, hermandad, libertad, «Somos amigos desde 1985, pero él no lo sabe», asegura una fan danesa que no debe de bajar de los 60. «Yo perdí mi virginidad escuchando Thunder road», añade otra. Una madre revela que su hijo pequeño se dirigió a una foto de Springsteen llamándolo «daddy» (papá). Un cincuentón evoca su vínculo con sus canciones mientras conduce y repentinamente rompe a llorar.

El filme no se recrea en el factor friqui. No hay desfiles de coleccionistas que hayan acudido a 400 conciertos. Una de las imágenes más emotivas la aporta una pareja de clase popular que admite no haberlo visto nunca en directo porque no podían pagar las entradas o porque no fueron suficientemente rápidos al comprarlas. «Pero no por eso dejamos de ser sus fans». Viéndoles bailar Radio nowhere en la cocina con suma felicidad, nadie puede discutírselo. Otro seguidor explica aún emocionado que fue con su mujer a un concierto, y que se disponían a ocupar sus asientos en la última fila y en la grada más elevada cuando un discreto empleado de Springsteen les canjeó sus tíquets por otros en la primera fila (un gesto habitual en sus conciertos, impepinable para fidelizar fans). «Todos los momentos de mi vida se definen con una canción de Bruce», subraya una voz. Otra evoca el momento en que el Boss le subió al escenario, disfrazado de Elvis, para cantar All shook up; escena inmortalizada en las imágenes más jocosas de la película.

Bondad transversal

Todos salen bien parados: el público, dotado de una inocencia que diríamos incompatible con la edad adulta, y Springsteen, que a través de esos reflejos ve crecer su aura de estrella tuteable, agradecida, humana. Entre testimonio y testimonio, la película incluye breves insertos de actuaciones del pasado (incluidos valiosos fragmentos en blanco y negro de Growin' up o del épico clímax de Jungleland) y escenas curiosas de conciertos más recientes. El chico que va al concierto con una pancarta en la que anuncia que su novia le ha dejado y que está hundido («I'm going down», guiño a la canción). Springsteen le hace subir al escenario, la abraza y bromea: «A mí me dejaron muchas veces. ¡Ahora lo estarán lamentando!».

Al final, algunos de los fans que aparecen en el filme se encuentran con él en su camerino, tras un concierto, y entre abrazos y sonrisas embelesadas, el Boss les confiesa haber complido el sueño de su vida. «Tener un papel en las vidas de las otras personas». Y como recalca Springsteen & I, no es un papel cualquiera.