Ahora que surgen por las esquinas estrellas pop que apenas han cumplido los 20, y que no se considera imprescindible la preparación técnica para lanzarte a la arena, el caso de Meritxell Neddermann va un poco a contracorriente. Largos años de aprendizaje la preceden, algunos en la prestigiosa escuela de Berklee, en Boston, y mucho trabajo sordo que ahora da frutos en un álbum, In the backyard of the castle, el primero que lanza como solista, lleno de música serena, magnética y sensual, con la que se propone llevarte «a lugares no previstos».

Ella es la hermana mayor de la también cantante y compositora Judit Neddermann (solo un año; recién estrena los 30), y sus vínculos con la música vienen de familia: la madre y la tía crearon el Aula de Música de Vilassar de Mar. Por ahí pasó la niña Meritxell, camino del Conservatorio y del Esmuc, hasta que una beca la llevó al bostoniano College of Music, al tiempo que su imaginario musical se expandía: de Debussy a Beyoncé y de ahí a Frank Ocean, un artista este que le «flipa», confiesa, y del que destaca su «agresividad sensual y ese rollo oscuro que deja espacio para la imaginación».

Todo ese bagaje, y otras muchas influencias, se respiran en este disco doble producido por Genís Trani, que en su segunda parte ofrece versiones más largas de las canciones, y cuyo título brinda una metáfora jugando con los contrastes. «El castillo es un lugar imponente y elegante, y el backyard, el patio de atrás, es ese espacio más bien cutre al que vas a fumar y en el que te reunes con la gente de confianza», explica. «Un sitio situado detrás del escaparate, donde se cocinan las cosas guays». De ahí brotan flores raras y bellas como Inside, una canción que plantea un sinuoso diálogo interior (primer sencillo y vídeo) o Lannisters, invocación de los personajes de Juego de tronos con «imágenes medievales y acciones modernas», cuya trama gira en torno a «un amor secreto, intenso y un poco oscuro».

Le gusta que sus composiciones combinen mensajes «herméticos» con apelaciones a «la imaginación y el surrealismo», en las que cada oyente haga sus propias interpretaciones. «Poder decir las cosas de maneras diferentes», resume. Y lo mismo por lo que respecta al lenguaje musical, donde el acento se desplaza del pianismo neoclásico o impresionista a la trama electrónica, integrando a veces sigilosas cadencias de r’n’b. Y «acordes jazzeros», y ecos del góspel y de «una música religiosa europea muy antigua», añade. «Pero no lo analizo. Temo que tardaría más analizándolo que tocándolo».

Meritxell ha salido del silencio dando varias señales en poco tiempo: un disco a medias con su hermana Judit (Present, con canciones navideñas, lanzado el pasado otoño) y su ingreso en el grupo Seward. Ahora, In the backyard of the castle, da su primer perfil integral como creadora, incluyendo la faceta de letrista («algo que nunca habría pensado que podía hacer») y la asunción de un rol, el de cantante, que siempre había tenido agazapado bajo las teclas del piano. «Eso es nuevo para mí, y noto que es a terrorífico pero liberador. Me resulta incómodo, pero me siento muy conectada con ello», presiente, consciente de que su voz da una impronta distintiva. «Si la canción la cantase otra persona, sería otra canción».

Un lugar en la escena local

Sospecha que pasar por Berklee le ayudó a encontrar su voz artística, tomando las convenientes distancias con los creadores contrastados. «Quizá haya algo ahí del individualismo norteamericano: allí nadie te hará nunca ningún reproche por querer ser tú mismo y la gente empatiza con la pasión particular de cada uno», destaca Meritxell Neddermann. Pero no hay que tener complejos. «El nivel de los músicos y escuelas de Barcelona es increíble, solo que en Boston son muchos más los que tocan y viven la música 24 horas siete días de la semana».

Tras pasar siete años en EEUU, entre Boston y Nueva York, confiesa «no haber seguido demasiado» la escena del país y se siente una recién llegada. «Ha sido aterrizar aquí y descubrir a Ferran Palau, Núria Graham, Seward...», confiesa. «Pero no sé dónde encajo yo ahí, y no pienso mucho en ello. Eso es para quien lo vea desde fuera».