Podría ser modelo. Un influencer de tendencias y estilo. Un docente del cante, un maestro de ceremonias, una imagen elegante y atractiva de cualquier marca, pero no, Pedro ‘El Granaíno’ (Granada, 1973) es cantaor. O sea, que lo tiene ‘to’. Gitano de voz ronca, te lleva con esas pinceladas de su metal de bronce, al origen del cante, a la raíz. A esa forma de vida segura, honesta y leal que llevaban los de antes. Ahora también, «pero menos gente» que diría alguno. Pedro ‘El Granaíno’ es pasado, presente y sobre todo futuro. Junto al Capullo de Jerez ha dado el pistoletazo de salida al cartel de San Isidro de la prestigiosa Sala García Lorca en Casa Patas, que prolongará su programación hasta el 2 de junio. Esta noche canta en Extremadura, en la Peña del Cante de Talavera la Real. Él asegura que Camarón, Tomás Pavón o Enrique Morente son su fuente de inspiración, y permite, cada vez que se sienta en su silla de enea, que ese manantial chorree libre por su voz antigua y rasgada. Si tienen oportunidad de ir a escucharle, no se lo pierdan, y sobre todo, disfrútenlo. Pasen y lean.

--¿Qué ha supuesto para usted la noche de ayer en Casa Patas?

--Ha sido un orgullo porque hoy en día, para todos los artistas, es un privilegio estar en esa sala, porque estos ciclos que se están haciendo los últimos años programados por Antonio Benamargo, aglutina a los principales espadas de flamenco. Ya no es solo estar en Madrid, que es una prueba de fuego para todos los artistas, sino pasar por un cartel como éste.

--¿Cómo cambia la percepción de la vida, el hecho de criarse en un ambiente flamenco desde la infancia?

--La verdad es que no te das cuenta. Yo de pequeño ya participaba en las fiestas de las familias. Salías al franco de la puerta y siempre había algún niño tocando la guitarra y otro que estaba cantando, y ese ambiente era un ambiente natural. Como niño, lo que haces es disfrutar aunque ¡también jugábamos al fútbol! Pero el flamenco lo tomabas como algo cotidiano, algo normal, una manera de ser, de vivir el día a día. Es verdad que cuando ya te dedicas de forma profesional te das cuenta de que esto es un mundo, un mundo que te lo tienes que preparar, que te lo tienes que estudiar. De pequeño era un juego, pero cuando te pones a estudiar no tiene nada que ver. Tengo claro que si no te pones a estudiar y no te centras en el estudio, en los cantes, en prepararte, por mucha herramienta que tengas es imposible. Eso solo está a la altura de los genios.

--¿Y quiénes son para usted los genios?

--Camarón, Enrique Morente, Manolo Caracol, Tomás Pavón..., comprendo que para otros puedan ser Juanito Valderrama, Pepe Marchena, Manuel Torres..., es que esto es tan particular… En el flamenco no se puede ser extremista porque de todos se aprende. También están los registros de tu voz, con los que más te asemejas a la hora de investigarlo y estudiarlo, y llevarlo a tu garganta.., es como los palos del flamenco que cada uno tiene los suyos, los que mejor se adaptan a las facultades de cada uno.

--¿Cuáles son los suyos?

--Ahora, en la etapa que me encuentro, me siento muy a gusto cantando por soleá, y a mí eso hace diez años no me pasaba. Creo que en esa etapa no estaba preparado o no había llegado, sin embargo ahora no me puedo ir de un recital sin cantar por soleá..., creo que la clave del buen momento que estoy viviendo está en haberme quitado de cantar atrás, y el haber dicho que no a muchas cosas.

--No se puede, ni se debe..., y hablando de ‘deber’, ¿cuánto le debe a Farruquito?

--Él fue el primero en insistirme en que me dedicara a esto..., yo ya tenía unos 33 años porque he empezado muy tarde en esto.., y ya tenía mi vida hecha…, pero recuerdo que me invitaron a cantar en una fiesta, me escuchó Antonio, Juan…, todos ellos,.., y les llamó la atención ¡no mi forma de cantar, claro! que yo no era profesional, pero si el eco, el registro de mi voz, ¡eso fue lo que les llamó la atención! Recuerdo el día en que Juan, que en aquella época era mi ídolo, me dijo que quería que me fuera a trabajar con él, pensé que era una broma. Más adelante, que me lo volvió a decir, le dije que no…

--¿De verdad?

--Sí, sí…, pero luego más tarde su hermano Farruco me propuso ir con él dos meses a Madrid, a un espectáculo que se llamaba ‘Al Natural’ en el que debutamos Rubio de Pruna y yo. Iba cantando Juan Villar, Zúñiga..., con un elenco increíble…, le dije que sí, porque no me dio tanto respeto como con Juan. Farruco se me ‘arrimó’ como de otra manera más ‘...venga primo...’ Juan no se lo creía cuando Farru le dijo que se había llevado al Granaíno. Decía Juan: ¡ese no se va a ningún lao…, ese sigue con su mercao...! (se ríe) Fue una anécdota buena...

--¿Qué ha aprendido de ellos, y qué cree que ellos de usted?

--De mí no sé, pero Juan siempre decía que en los ensayos se tenían que tomar como si fueran las noches de los estrenos, y yo siempre cantaba en los tonos en los que iba a ir esa noche, por ejemplo. Decía a los demás que había que hacerse eso. Cantar en los ensayos como en el día del festival. Yo he aprendido de Farruquito como estar en el escenario, como salir de las cosas, el hecho de que la gente de fuera no sé cuenta de que hay un problema dentro..., Juan decía que no hubiera gestos raros entre nosotros porque alguien se equivocara de letra, por ejemplo. Es un profesional máximo. Dese usted cuenta de que Juan es uno de los mayores artistas de este país, y no solo como bailaor. Farruquito en su manera de trabajar es un genio, como puede ser Israel Galván en los suyo, aunque no tengan nada que ver el uno con el otro.

--¿Qué es lo que más le sorprende del flamenco ‘profesional’?

--El público. Para mi hay dos, el de dentro y el de fuera. Fuera de España la palabra ‘flamenquito’ no existe, eso se ha inventado aquí. Aquí hay ignorancia de lo que es el flamenco. Ves a un grupo cantando una rumbita o una sevillana en Sevilla en una sala, y ya la gente piensa que eso ya es flamenco, ¿qué pasa? Que en los ciclos fuera, los festivales son de flamenco de verdad. Eso es flamenco.

--Ese tema lo he hablado mucha veces con Francisco Zambrano, Manuel Martín Martin...

--¡Y lo que se aprende con ellos! Escuchando a los críticos, a Manuel Curao…, que te ponen ejemplos con esas diferentes maneras tan personales de entender el flamenco..., a uno le tira unos cantes, a otro otros. Uno no puede ser cerrado ni ser extremista. Eso se puede ser cuando eres un ignorante como yo era en mi época, que no veía más allá de lo que escuchaba..., y es que cada artista tiene que coger su personalidad, precisamente, escuchando a todo el elenco que existe de artistas.

--Y ahora, ¿qué proyectos le esperan?

--Vengo de la Peña La Platería de Granada, de Casa Patas. Hoy, Talavera la Real, y ya me esperan ‘Los Patios’ de Córdoba, el Festival de Zaragoza, recoger el premio de la Peña El Taranto, Suma Flamenca, Teatro de Canal, Ámsterdam…, ya no paro. Tendré unos 30 o 40 festivales de aquí a septiembre que remataré en La Bienal Flamenco de Sevilla. Ese será, ¡un gran colofón!