Antes de caer en el ridículo más o menos mediado su relato, Los ojos de Julia examina con cierto tino cómo la merma de nuestras circunstancias físicas puede conducirnos a la pérdida de la cordura. Su protagonista pierde la habilidad para ver los rostros, toda persona nueva es para ella extraña, así que debe confiar a ciegas en quienes la rodean. En ese sentido, la película logra hacernos sentir tan atrapados y temerosos como Julia. A través de su punto de vista, vemos cómo su visión desaparece, cómo la luz se apaga de manera que cada esquina, cada sombra, se convierte en el escondite potencial de un peligro.

Así pues, y pese a la presencia en los créditos de Guillermo del Toro y Belén Rueda, esto no es una copia de El orfanato . Eso no significa que Guillem Morales no copie. Lo hace y mucho, de Argento y Bava y todo el giallo en general, de títulos de Hitchcock La ventana indiscreta , Sospecha y otros como Sola en la oscuridad . Nada, por tanto, es especialmente original en Los ojos de Julia , pero, al menos durante un rato, Morales se muestra habilidoso creando atmósfera y tensión, y demuestra cierta destreza orquestando escenas individuales.

Sin embargo, cae en picado en cuanto se ve obligada a empezar a dar respuestas. En otras palabras, los personajes no se comportan de forma creíble. Por una parte, la infundada negativa de Julia a tomar incluso las precauciones más básicas que sus obsesiones, fundadas o no, deberían obligarla a tomar hace que sea imposible empatizar con ella. Por otro, el empeño de Morales por explicar las acciones del asesino --qué fácil resulta adivinar de quién se trata-- extendiendo al mundo real la invisibilidad y la omnipresencia de las que solo debería estar dotado dentro de la mente de Julia convierte esta película en todo un desafío no solo a las leyes de la lógica, sino también a las de la física.