Los ingleses los conocen como jackasses y aquí lo traducimos como tontos del culo. Dado que el 3D es una estupidez --al menos tal y como lo usa Hollywood--, y que la saga cinematográfica Jackass --basada en el célebre programa de la MTV-- también lo es, Jackass 3D debería ser algo parecido a un matrimonio perfecto. Sin embargo, la dimensión adicional poco aporta a las gamberradas perpetradas por los zopencos protagonistas del cotarro aunque, eso sí, permite que nos sintamos algo más cerca de vómitos, heces y genitales doloridos.

Es decir, que esta tercera entrega sería lo mismo que las dos anteriores de no ser porque entre su catálogo de gags incluye una pelea entre enanos en un bar que merece un lugar de privilegio en el panteón de la comedia absurda. Y también porque los idiotas que protagonizan Jackass componen como nunca antes un canto a una forma jurídicamente no reconocida de familia.

Y es cierto que pasarse otra hora y media contemplando cómo Johnny Knoxville y sus colegas se someten al dolor físico y la humillación puede resultar extenuante, pero eso no impide que el entusiasta estoicismo con el que aceptan sufrir en pos de nuestra risa resulte admirable.

Como sus predecesoras, Jackass 3D es un homenaje a Buster Keaton, Harold Lloyd y el gag del tartazo: el espectáculo de la comedia puro, desnudado a su esencia.

Que uno de estos pollos le orine a otro encima o le golpee la huevada puede verse como una mera cerdada, pero también funciona como una transgresión en la línea del Teatro de la Crueldad de Artaud y, lo crean o no, como una emotiva oda a la forma más primitiva de camaradería masculina.