En los últimos tiempos las películas dirigidas por mujeres se han convertido en centro de atención: ganan premios, activan la conversación cultural al tratar sobre temas que no habían sido lo suficientemente visibilizados y demuestran la capacidad de las creadoras para construir un discurso que rompe con la estructura patriarcal para sacar a relucir las inseguridades y fortalezas de la mujer en nuestro tiempo. Sin embargo, a pesar de que se hable de Las niñas (Pilar Palomero), de La boda de Rosa (Icíar Bollaín) o de Invisibles (Gracia Querejeta), la situación de desigualdad dentro del sector cinematográfico sigue siendo enorme. Desde hace cinco años la Asociación de Mujeres Cineastas y Medios Audiovisuales (CIMA) elabora un informe que pone de manifiesto esta brecha dentro del sistema a través de datos analíticos.

Así, en la última investigación que ha llevado a cabo Sara Cuenca (investigadora social sobre perspectiva de género), en el 2019, de un total de 146 largometrajes estrenados en nuestro país, la representatividad de la mujer en cargos de responsabilidad se quedaría en un 30% con respeto al 70% de los hombres. El sector sigue estando profundamente masculinizado, pero desde la Asociación admiten que el cambio se va consolidando poco a poco gracias a las políticas de igualdad de género, las medidas de discriminación positiva. Los porcentajes han ido subiendo tímidamente, con algún que otro resbalón: 26% en 2015-2016, 24% en 2017 y 29% en 2018. En total, un crecimiento del 3%.

PEQUEÑA ESPERANZA DE MEJORA

Cristina Andreu, actual presidenta de CIMA, reconoce que hay que seguir luchando en la misma dirección, que todavía queda mucho por avanzar para conseguir que la balanza se equilibre. Pero, sin embargo, se encuentra esperanzada, sobre todo al hablar de algunas categorías que durante años no habían tenido ninguna representación, como dirección de fotografía o música y que ahora, en vez de un 0% al menos tienen un 10% y un 12% respectivamente.

¿Cuál sería entonces la buena noticia? Que al menos, en cuestión de dinero, las producciones dirigidas por mujeres se acercan cada vez más a las que dirigen los hombres. En el 2016 había una desigualdad de presupuestos de un 72%. En el 2019, gracias a las cláusulas de fomento de la igualdad, se ha rebajado a un 49%. Traducido en números: si una película dirigida por un hombre, de media, puede llegar a costar 2.160.390 euros, la de una mujer alcanzaría 1.055.979 euros como mucho.

En las ayudas generales, los largometrajes dirigidos por mujeres representan un 17% del total (frente al 14% del año anterior). En las ayudas selectivas, se obtiene un 36% de representatividad. Hasta aquí todo bien. Pero el asunto se vuelve a poner sospechoso cuando se pone de manifiesto que los dos grandes grupos mediáticos, Atresmedia y Telecinco Cinema, no han respaldado ningún largometraje dirigido por una mujer en el 2019. Solo TVE se ha convertido en agente activo de este cambio.

¿Qué pasará con estos porcentajes cuando se comience a agravar la crisis generada por la pandemia? "Estamos muy preocupadas", comenta Andreu. "Como dijo Simone de Beauvoir, basta que haya una crisis económica, política o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados".