El Teatro Romano de Mérida acogió anoche el estreno de la comedia Miles Gloriosus de Plauto, en versión de Juan Copete, bajo la dirección de Juan José Afonso. En ella, uno de los actores más versátiles de la interpretación española, Pepe Sancho, encarna a Centella, un papel que le permitió al artista relacionarse con el público emeritense. Sancho se dice "enamorado" de Mérida, que visita profesionalmente por sexta vez.

--¿Qué le condujo a este montaje?

--El proyecto nace cuando el año pasado vimos Lisístrata y surgió la idea de hacerlo entre unos pocos: Alejandro Colubi, Juan José Afonso y yo mismo; de manera que estoy en él desde el principio. Estoy muy agradecido de formar parte de esta comedia escrita por y para la época. Me gustan mucho las comedias. Ahora volvemos a Plauto, pero por el camino he recorrido a Eurípides, a Sófocles...

--Su personaje es el más serio de la obra.

--Es el más real, los demás son fruto de la imaginación de Plauto. El mío salta del día de hoy a dos mil años atrás. Yo no lo llamaría serio. Para mí, es el pillo, el más difícil de cazar por los romanos.

--Es el hombre que mueve los hilos en la trama.

--Sí, él trama lo que le van a hacer al soldado fanfarrón para dejarlo en ridículo delante de los demás, para que la vanidad se convierta en la alfombra de los demás y la podamos pisar.

--¿Cómo ha afrontado su interpretación?

--No le doy muchas vueltas a los personajes si al director le parece bien. Mi personaje, en Miles Gloriosus parte de mí. Soy yo mismo y después es Centella, pero lo afronto con el descaro de un actor que ya lleva muchos años sobre las tablas.

--Se mezcla con el público y habla con él. ¿Cómo se transforma en el personaje?

--Sí, hablo con el público siendo yo mismo y luego, con la venia de los espectadores, salto al siglo 25 antes de Cristo y continúa la historia. Esto es algo que al público le gusta y un acierto del adaptador y del director.

--¿Se identifica con su personaje?

--Sí, porque he sido muy pillo. Y lo sigo siendo a veces. A mis personajes les pongo mucho de mí siempre, para hacerlos más creíbles. Ellos tienen mi piel, mis ojos, mi mirada y mi sangre, y como todo eso es mío, el personaje y yo nos las arreglamos.

--¿Atraerá más público al teatro romano una comedia?

--La dirección del festival ha disminuido el precio de las comedias frente a las tragedias, de forma intencionada, para atraer al público. A mí, como actor, no me gusta trabajar más barato. En el cine todas las entradas cuestan lo mismo, ¿por qué en el teatro tiene que haber esa carencia aunque sea mínima? Pero sí es más atractiva la comedia, y ya hay miles de entradas vendidas.

--¿Qué supone recalar en el escenario romano en el 75 aniversario del Festival de Mérida?

--No pude venir a la inauguración de esta edición, incluso hubiera intervenido en ella. Si la salud me lo permite, y el teatro no se cae, espero seguir viniendo. He venido mucho; tengo muchos amigos en esta tierra con los que he cazado. Conozco muy bien Extremadura y a sus gentes, que son ásperas como el terruño pero luego son como el jamón: se deslizan y son exquisitas. Vengo por todo lo que ofrece Mérida: desde darse un baño en Proserpina hasta aparcar en Cornalvo y quedarme allí a dormir solo en la tranquilidad absoluta.

--Director, actor, presentador de programas... ¿le queda algo por hacer en su faceta artística?

--Mi supervivencia se debe a que siempre he pensado que me quedan cosas y sobre todo aprender de los que más saben. El día en que pienses que solo puedes enseñar se acabó tu ascensión. O sea que afortunadamente me queda por aprender mucho.

--Aún puede arrimarse a un árbol que dé buena sombra.

--Cuanto más creces cuesta más distinguir los más altos, porque crees que eres uno de ellos, pero siempre hay uno al que todavía puedes acercarte. Esto es ser práctico, y si de alguien puedes aprender a hacer las cosas es mejor no rechazarlo. Es cierto que con el tiempo soy más escéptico; sin embargo sé diferenciar los mejores y los más buenos, y seguirlos.