Nos quejamos continuamente. Culpamos al gobernante, al jefe, al vecino, al desconocido de turno. Y, aunque no nos falte razón en nuestras quejas, rara vez nos miramos a nosotros mismos.

La historia lo demuestra: la solución del cambio social, sorprendentemente, no es de raíz social, sino, sobre todo, de raíz individual. Toda revolución posible, todo cambio efectivo, comienza y termina en uno mismo, en la persona; y será una unión de cambios personales lo que derive en el cambio social, nunca al revés.

Nadie va a crear por ti el mundo que deseas. Nadie va a regalarte la calidad de vida que sueñas. Nadie va a luchar por tus derechos mejor que tú mismo. El día que, como individuos de una sociedad como la nuestra, acomodada y acomodaticia, tengamos claro esto, estaremos en el camino correcto de las soluciones y no en el camino equivocado de las simples quejas. De nada sirve una queja a terceros si no elevamos su razón hacia una actitud personal, si no elevamos su consecuencia a un fin social. Para llegar al cambio deseado, aunque suene redundante, se llega cambiando: cambiando, primero, uno mismo.

Hace unos días, como tantas otras veces, nos sentábamos varios amigos a imaginar un mundo mejor, y compartíamos esos deseos personales, esos sueños individuales, comunes al resto. Lo más extraordinario es que todos, independientemente de nuestro poder adquisitivo, clase social, ideales políticos, sector laboral, etcétera, llegamos a la conclusión de que tenemos un poder como individuos mucho mayor del que a veces somos conscientes. Un poder que podríamos transformar en bien social si supiéramos hacer buen uso de él.

De aquella reunión de amigos, de aquella puesta en común en la que, previamente, nos habíamos mirado a nosotros mismos, a nuestros deseos más fundamentales como hombres, pero también a nuestros derechos y deberes más justos como individuos sociales, terminamos creando una lista de pequeñas soluciones. Soluciones sencillas, cotidianas y hasta humildes, pero que ya no recaían en manos del político de turno, ni en las de nuestros jefes, ni en las de nuestros bancos, sino que estaban accesibles a nuestras propias manos.

Quiero compartir esta lista con vosotros, por si algún lector de este artículo quiere hacerla suya o, mejor aún, desea ampliarla. Las pequeñas soluciones son cosa de todos. El fin no es generar una sociedad más poderosa o más rica, que parece ser la falsa idea con la que nos han hecho crecer y empobrecer, sino una suma de individuos más felices, más libres y más justos los unos con los otros.

XSOLUCION PRIMERA:x Más bicicletas y menos coches en nuestras ciudades. España disfruta de uno de los climas más idóneos para el uso de bicicletas y patines, sin embargo en medio mundo nos aventajan en esto. Fomentaríamos salud y deporte, evitaríamos atascos, accidentes, contaminación ambiental y acústica, abarataríamos muchos gastos de transporte. Desplacémonos en bicicleta o en patines, sólo así podremos exigir carriles-bici o de patinadores y zonas de estacionamiento adecuadas y, de paso, con el tiempo, forzaríamos a las grandes empresas del petróleo a abaratar el coste del carburante.

XSOLUCION SEGUNDA:x Afiliarnos a la Banca Etica. Gran parte de nuestros problemas sociales derivan directamente de una mala gestión de nuestro sistema económico, orientado hacia un capitalismo y un consumismo erróneos. Si destinamos, al menos, una parte de nuestros ingresos a fomentar la banca ética, empezaríamos a controlar más certeramente el valor social de nuestro dinero. Y aquí también podríamos incluir el uso de monedas sociales, con muchas más ventajas a nivel global que el euro.

XSOLUCION TERCERA:x La importancia de intercambiar y compartir recursos. En tiempo de crisis es muy positivo volver al trueque, no necesariamente de mercancías y objetos, sino también de valores personales. Hay posibilidad de reciprocidad laboral y de bancos del tiempo en los que podemos compartir conocimientos con muchas personas que también necesitan de los conocimientos de terceros, y mercadillos de música, libros y ropa en los que renovamos y alargamos la vida de esos objetos que, con una errónea mentalidad consumista, desecharíamos prematuramente para comprar otros nuevos.

XSOLUCION CUARTA:x Control de lo que consumimos. De nuestra alimentación depende nuestra salud y de nuestra salud depende directamente nuestra calidad de vida y nuestras relaciones sociales y laborales. Tenemos la opción de participar en huertos solidarios y cooperativas agrícolas, y controlar una parte de lo que comemos. Tenemos la opción de invertir en alimentación ecológica y en productos autóctonos, que fomenten la empresa local y regional. Tenemos la opción de comprar en tiendas de barrio y no en grandes centros comerciales, cuyos alimentos son la mayoría de exportación y han requerido de un gran gasto de combustible para su transporte y no impulsan la economía local. Así evitamos que los que se enriquecen sean siempre los mismos y que el pequeño empresario termine por verse obligado a cerrar su negocio familiar.

XSOLUCION QUINTA:x Compartir internet y redes wifi. Contratar redes por comunidades de vecinos o por municipalidades. Ya que, por el momento, no podemos competir directamente con las compañías telefónicas, que han privatizado el derecho de comunicarnos libre y gratuitamente, sí podemos unirnos para que al menos internet sea mejor rentabilizado y usado por todos.

Hay muchas más pequeñas soluciones con las que podemos modificar y mejorar el mundo en el que vivimos. Cada cual debe defender las propias. Yo no tengo aquí más espacio para desarrollar otras muchas que me interesan, como por ejemplo el fomento de bibliotecas y hemerotecas públicas, el mayor uso de transporte público frente al transporte privado, la integración de grupos de acción social como asociaciones culturales, ONG o cooperativas con un fin común, fomentar la educación no reglada y los centros de enseñanza específica para combatir la falta de soluciones culturales y artísticas que nuestro sistema educativo actual no ofrece a las nuevas generaciones, etcétera.

Hay muchas más pequeñas soluciones con las que podemos --y debemos-- modificar y mejorar el mundo en el que vivimos, por nosotros y por los que vendrán. No se trata de querer tener más, sino de querer más lo que tenemos.