Utilizar técnicas novelescas para abordar una historia real es una de las grandes tendencias de la actual narrativa. Pero el recurso no deja de ser un terreno espinoso. A no pocos escritores, como el noruego Karl Ove Knausgard o la francesa Delphine de Vigan, por ejemplo, poner luz narrativa en las zonas oscuras de sus respectivas historias familiares, les ha valido la ruptura con algunos de sus miembros que no se sintieron reflejados y/o favorecidos por el relato; otros llegaron incluso al juicio por difamación. A la escritora Elvira Navarro (Huelva, 1978) la polémica le ha salpicado en lo que podría ser el enésimo capítulo de la historia de los límites entre ficción y realidad con su novela 'Los últimos días de Adelaida García Morales' (Random House).

A saber, Navarro, gran admiradora de García Morales, quiso hacerle un homenaje a la autora que inspiró la película 'El sur' de Víctor Erice gracias a esta novela breve en la que recrea libremente su final, dejándose llevar por la imaginación y por el reflejo literario y fantasmagórico de algunas de sus obras. García Morales fue siempre, pero especialmente en sus últimos años, una mujer muy evasiva y de difícil acceso y falleció hace dos años de una insuficiencia cardíaca en medio del olvido general. No imaginó Navarro, hoy afectada por ellas, las repercusiones, el enfado y la estupefacción que en el realizador Víctor Erice, exmarido de García Morales y padre de su segundo hijo, despertaría la lectura de un libro en el que se ha sentido concernido directamente -y por extensión a su hijo adolescente- y así lo ha hecho público en una carta publicada en EL PAIS en lo que él llama la “descarnada utilización de vidas ajenas”.

De hecho, el libro le llegó al director a través de un amigo común junto a una carta de Elvira Navarro que la autora define como una"declaración de amor" a García Morales. En claro contraste con lo que se imagina en la novela, en la que una realizadora, trasunto confeso de Navarro, aborda un documental sobre la autora de 'El sur' e intenta ponerse en contacto telefónico con Erice, sin respuesta; pero eso, claro está, pertenece a la ficción.

VIAJAR A MADRID

La anécdota real (esta sí) y dolorosa que disparó la ficción, sitúa a García Morales poco antes de su muerte yendo a pedir 50 euros a la Delegación de Igualdad de la localidad sevillana de Dos Hermanas, donde residía. Su objetivo era poder viajar a Madrid para ver a su hijo, el hijo de Erice. Una de las versiones que ofrece Navarro de la escritora a través de unos personajes que intentan comprenderla es la de una mujer vencida y enajenada. "Esa anécdota generaba un enigma. La ficción siempre se escribe desde el conflicto y porque hay algo que resolver. Y me permitía lanzar muchas hipótesis en relación con lo que había pasado con García Morales. Es un libro construido a base de silencios, no porque yo sepa y calle sino porque no sé muchas cosas. No quería desvelar ningún secreto".

No escurre el bulto Navarro cuando admite que se puede generar el malentendido si se lee el libro como una crónica real. “Yo no digo que no. Corro ese riesgo y es censurable. Pero de todas formas, la novela está llena de advertencias de que estamos en el terreno de la ficción, empezando por la contracubierta y siguiendo por la nota final. Esto es una novela y no una biografía que no he sabido ni querido escribir”. También es consciente de que ha coqueteado con la realidad al haber añadido al volumen capas de autenticidad, como una cronología de la documentación periodística que la autora ha encontrado en internet y la trascripción de una entrevista a Alfonso Guerra, que conoció a García Morales en la Sevilla de los años 60 y 70, a modo de necrológica en el programa 'A vivir' de la cadena Ser.

"Es verdad que el ruido mediático ha primado antes lo anecdótico -se lamenta Navarro- pero yo creo que el libro está teniendo consecuencias buenas y una de ellas es traer de vuelta como autora a Adelaida, que se vuelva a hablar de sus libros y que mucha gente vaya a buscarlos a las librerías".