Se cansó de James Bond, de su aspecto pulcro y elegante, de los perfectos martinis, de las chicas exóticas, de la fama y de todo lo que conlleva haber encarnado, cuatro veces, al espía más erótico de la literatura contemporánea. Ahora es, simplemente, Brosnan, Pierce Brosnan, un actor irlandés que busca emplear su talento en aquello que no le llene tanto la cartera pero sí alimente su alma de poeta y su espíritu de hombre libre.

A sus 52 años, Brosnan está dispuesto a demostrar que segundas partes pueden ser incluso mejores y por ello brindamos (con cerveza) en un coqueto hotel de Manhattan, donde ha venido a promocionar su nuevo trabajo como actor y productor, Matador , un thriller con aires de farsa. El actor da vida a Julian Noble, un asesino a sueldo que sufre una crisis existencial y está dispuesto a colgar las pistolas, dejar el alcohol y las mujeres para cambiar de vida. Lo contrario a Bond.

--¿Cómo se ha sentido interpretando la antítesis del agente 007?

--Liberado (risas). El capítulo Bond se ha cerrado para Pierce Brosnan y ahora se ha abierto uno nuevo para ambos. Vuelvo a sentirme actor, a sentirme artista, ser humano. Y no lo digo en sentido despectivo. Cuando interpretas un papel como el de Bond te cae una gran responsabilidad, te conviertes en una especie de embajador de un pequeño país. Ahora me siento libre de esa carga y puedo centrar mi atención en los proyectos de mi productora.

--¿Como Matador ? ¿De dónde surgió esta película?

--Richard Shepard, el guionista y director, me presentó el proyecto que pensaba dirigir en México, con 15.000 euros y una cámara digital. Ocurrió en el preciso momento en que me planteaba qué hacer con mi carrera. No podía dejar pasar un papel como éste. Para mí, era el modo perfecto de empezar una nueva carrera. Le aseguro que no había planeado hacerlo de esta manera, pero por una joya así, había que arriesgarlo todo.

--Incluso meterse en el corazón de la capital de México con poco dinero y un director novato.

--Fue un subidón de adrenalina y una experiencia muy intensa. Incluso recreamos Denver en las afueras de México. El día antes de partir hacia allí leí en el periódico que había otra ola de violencia y secuestros. Obviamente, lo escondí para que mi mujer no se enterara.

--¿No se llevó a la familia al rodaje?

--No. Era demasiado peligroso y sabía que, siendo el productor de la película, iba a estar trabajando día y noche, con lo cual no habría tenido tiempo para ellos. Además, mi personaje es un tipo que vive casi aislado y estar solo me vino muy bien para preparar el papel. El poco tiempo libre lo invertí en pintar en un estudio que alquilé en México D.F.

--¿No fue a los toros?

--No. La escena en la plaza de toros es un montaje. No soy aficionado y no tengo el menor deseo de ver una corrida.

--Esta es una historia sobre la soledad y la locura del protagonista.

--El guión me impresionó. Me pareció brillante, como una pieza de jazz. Y me cayó simpático el personaje, este matón que quiere cambiar de vida. Un tipo por el que, por cierto, no puedes evitar sentir simpatía, pese a lo despreciable de su profesión. Pensé que si no lo interpretaba ahora, ¿cuándo lo iba a hacer?

--¿Lo dice porque más adelante no se hubiera atrevido a salir en calzoncillos y con botas?

--Exacto (risas). Ahora se entenderá por qué nunca quise enseñar mis piernas cuando hacía de Bond. Esa escena en que cruzo el hall del hotel en calzoncillos y en botas es digna de una comedia italiana, ¿verdad?

--¿Se ha sentido alguna vez tan perdido como su personaje?

--He pasado muy malos momentos, pero nunca llegué al extremo de caer en depresión (su primera esposa murió en 1991 de cáncer de ovarios). En esas situaciones pierdes la confianza, pero no hay más remedio que recuperarla. Cuando algo me ha ido mal, me he concentrado en la parte positiva de mi vida: mis hijos y mi familia.

--¿Cómo describiría ahora su vida?

--Soy muy feliz. Tengo una mujer maravillosa y dos hijos pequeños, de 6 y 4 años, que me mantienen joven. Mis tres hijos mayores tienen su vida encaminada. Uno incluso me ha hecho abuelo. Cada día doy gracias a Dios. Lo único que no me gusta es la situación del mundo y la política de EEUU. Tengo miedo al futuro que van a heredar nuestros hijos.