Dirigió cuatro películas: dos de ellas nunca se estrenaron, otra se estrenó, pero poco después desapareció, posiblemente quemada, y la cuarta es la única de la que hoy se conserva una copia en vídeo.

En las historias del cine español, el director extremeño Francisco Camacho es casi una nota a pie de página. Se exilió tras la guerra civil, pero murió en su ciudad natal, Don Benito, en 1967, a los 79 años. Fue un bohemio, misántropo, retraído, débil de carácter y perfeccionista, tal y como lo describen quienes le conocieron.

Ahora el almendralejense Francisco Javier Martín Camacho, sin relación con el cineasta, lo rescata del olvido, tras haber hallado la pista del director en los papeles de una investigación que llevaba a cabo en la Filmoteca Nacional para escribir un libro sobre Extremadura y el cine, aún sin publicar.

Investigación

Entre todos los nombres que le fueron apareciendo, aquel, claro, le llamó inmediatamente la atención. Entonces decidió buscar documentación y se embarcó en una investigación que ha culminado en Retrato de un espejismo. El cineasta Francisco Camacho (coedición de la Filmoteca de Extremadura y la Universidad de Extremadura). Este volumen es a medias biográfico, que se detiene especialmente en el rodaje de las dos películas principales del director, y a medias relato de la incipiente industria española de los años previos a la guerra civil.

Camacho estudió (como su biógrafo) Derecho en Madrid. Posteriormente viajó a París y Londres en la década de los años 10, donde vivió de traducciones, y allí se interesó por el cine y escribió varios argumentos que intentó vender a empresas cinematográficas.

A su regreso a España trabajó como guionista y debutó como director con El misterio de una noche de verano (1916), de la que actualmente la Filmoteca Nacional restaura 800 metros conservados. A ella siguió Los apuros de un paleto un año después.

Zalacaín el aventurero fue su mayor logro. "Era un director de talento. Tenía cualidades para el cine", dice Martín. El filme es uno de los hitos de la época muda del cine español. Está basado en la novela del mismo título de Pío Baroja, que además intervino en él. Le dio su aquiescencia y llegó a presentarlo en la Residencia de Estudiantes, uno de los templos de la cultura española de los años 20 y 30.

Pero Zalacaín el aventurero , cuyo guión también escribió Camacho, tuvo una vida efímera. Se estrenó en la transición del mudo al sonoro, de manera que hubo que añadirle en París un acompañamiento musical.

La película despertó el interés de la productora Metro-Goldwyn-Mayer, para su distribución internacional. Sin embargo, tras su pase en las pantallas y la buena acogida crítica, desapareció todo rastro de ella. "Parece que se quemó el negativo", afirma Francisco Martín, que ha escrito artículos sobre cine y colaborado en la radio sobre esta materia.

El primer filme hablado de Camacho no refrendó sus cualidades. El cura de aldea , estrenado en marzo de 1936, está rodado en ocasiones como si fuera una película muda, explica Martín. Y esto le granjeó el rechazo crítico y de público.

De la vida de este misántropo hay grandes lagunas, por ejemplo, durante los años 30. "He buscado su huella en revistas de cine por si encontraba alguna referencia a otros trabajos suyos, pero no he dado con nada", declara su biógrafo.

El mismo misterio se extiende tras la guerra civil. Tras la sublevación militar, participó en el rodaje de noticiarios relacionados con el conflicto, en el lado republicano. Y finalmente, junto a cientos de miles de españoles, salió del país en 1939. Fue internado en el campo de concentración francés de Saint Cyprien, antes de viajar a Hispanoamérica. Allí se pierde su pista. Algunos testimonios hablan de su muerte en Cuba o Venezuela. Pero Francisco Martín desvela el final de la vida del cineasta. En su libro publica la nota del registro civil de Don Benito, que señala que murió de una trombosis cerebral el 15 de enero de 1967.