Una columna sobre un reparto de premios suele ser, casi por defecto, una larga diatriba contra el resultado de las votaciones; lo caduco de una institución que ha perdido el contacto con la realidad; el concepto premio, o la aleatoriedad de la vida conocida en el Universo. Esta será menos intensa. Porque, ¿y si los Globos de Oro de televisión, en realidad... no estuvieron tan mal?

El cierto desconcierto y la desazón cinéfila que han generado los premios de películas no han tenido equivalencia en cuanto a las series. Ha habido sorpresas, pero alguna que otra buena. Sobre todo, ver cómo el Globo de Oro a la mejor serie dramática recaía en The Americans, en su primera (y ya última) nominación en la historia de los premios. Pequeña corrección de la HFPA a la tuerta ATAS.

Keri Russell, protagonista femenina del drama de espionaje, se quedó sin Globo: los votantes prefirieron ponerse del lado de la ley y premiar a Sandra Oh por su papel de agente del MI6 en Killing Eve. También obsesivo es el personaje de Patricia Clarkson en Heridas abiertas, una madre terrible que ha valido a esta veterana su primer Globo.

A la HFPA le gusta adelantarse a la ATAS premiando series frescas, pero en el caso de El asesinato de Gianni Versace, es como si le hubiera copiado un poco: de nuevo, mejor miniserie y mejor actor de miniserie, en ambos casos merecidamente. Darren Criss, el Blaine Anderson de Glee, aúna recelo de clase y mal puro en una actuación que hiela la sangre, centro de un psycho-thriller de profundidad inesperada.

Nada que objetar tampoco al reconocimiento del Richard Madden de Bodyguard como mejor actor de serie dramática: es imposible dejar de mirar a ese guardaespaldas tocado y opaco, sobre todo durante el ambiguo primer par de capítulos. Patricia Arquette también se merece todo, aunque el Globo por su rol en Fuga en Dannemora es un poco el clásico reconocimiento a la transformación física: se echó 18 kilos para hacer de la infeliz Tilly Mitchell.

Puestos a seguir la tradición y sacar defectos, se pueden discutir los premios a El método Kominsky, una mezcla de comedia y drama demasiado calculada, o ese segundo Globo de Oro consecutivo para Rachel Brosnahan (La maravillosa sra. Maisel) cuando Alison Brie (Glow) todavía no tiene ninguno.