A la altura de su calidad estilística, de José Manuel Caballero Bonald se ha destacado siempre el contundente mensaje ético que sus escritos transmitieron en incontables ocasiones. Ninguna de estas dos caras de su obra y su personalidad podía faltar a la gran cita que el autor tenía ayer con la historia de la literatura en castellano: la entrega del premio Cervantes, que al fin ha incluido su nombre en la selecta lista de 38 autores que han obtenido este galardón desde 1976. Y no faltaron.

Por boca del premiado, pero también del príncipe Felipe y del ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, lugar donde todos los años tiene lugar este solemne acto, se oyó ayer hablar mucho de versos y lirismo, pero también de rebeldía y compromiso social. Dos miradas que en el caso de Caballero Bonald no viven paralelas, sino que tienen intereses cruzados. "Creo en la capacidad paliativa de la poesía, en su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que pueda depararnos la historia", señaló en su discurso.

COMO PAVESE En un momento socialmente delicado como el actual, había curiosidad por saber de qué forma el poeta, novelista y ensayista nacido en Jerez de la Frontera (Cádiz) hace 86 años, con fama de crítico frente a los atropellos del tiempo que le tocó vivir, dejaba caer su diagnóstico sobre la actualidad. Bonald no defraudó y aprovechó su parlamento para colar una de las palabras de moda: desahucios.

Haciendo propia la idea de Pavese de usar la poesía para protegerse de las ofensas de la vida, el escritor lanzó esta invitación: "Hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla, hay que esgrimirla contra los desahucios de la razón", dijo ante la fija mirada del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, presente en el acto.

En una alocución que reivindicó al "Cervantes perdedor", ese que penó en múltiples infortunios biográficos antes de conocer la gloria literaria al final de su vida, el autor gaditano pronunció el término poesía 17 veces, y libertad, 16. Una prueba del carácter combativo que tiene siempre la palabra cuando cae en manos del escritor: "Reproduce mis ideas estéticas, pero también mi pensamiento moral, mis litigios personales, mi manera de buscar una salida al laberinto de la historia", afirmó ante una audiencia formada por premios Cervantes como Antonio Gamoneda y Ana María Matute, políticos como Alfonso Guerra y Carmen Alborch y músicos como Aute y Miguel Ríos, aparte de numerosos amigos y familiares.

LOS RECUERDOS Caballero Bonald recordó sus primeros entrenamientos infantiles en el oficio de lector, que acontecieron de la mano del Quijote, y el "tiempo desdichado" del franquismo, en el que "pretendía remediar con el placer de un libro los sinsabores y privaciones de la historia". Y subrayó: "Los enemigos históricos de la libertad han recurrido siempre a una suprema barbarie: la hoguera. O quemaban herejes o quemaban libros".

Poesía y protesta estuvieron también muy presentes en los dos solemnes discursos de la mañana. El príncipe Felipe definió al premiado como "un lúcido que no da lecciones" y destacó el compromiso social y el culto a la palabra que le llevaron a alinearse en el Grupo Poético de los 50 con Gabriel Celaya, Dionisio Ridruejo y Juan García Hortelano. En opinión del heredero, estamos ante "un navegante solitario, resistente a las modas y a actitudes gregarias, ante las cuales ha mantenido un constante desafío de infractor".

LIBERTAD VITAL Y ARTISTICA No menos aguerrida fue la alabanza que lanzó sobre su figura el ministro Wert, para quien Caballero Bonald ejemplifica "la rebeldía, la desobediencia, la actitud crítica y responsable de quien busca libertad para la vida y para la escritura". Revestido por momentos de antisistema literario, el político se permitió citar algunos versos de sus poemas más reivindicativos, como Bienaventurados los insumisos y Pasión de clandestino, y recordó: ±Ha usado la palabra, su única arma, para sublevarse contra los atropellos del presente, sin abandonar por ello la exigencia formal y la elevación del estilo".

Con gesto emocionado y humedad en los ojos, el autor de Entreguerras escuchaba atento y de vez en cuando asentía. Refiriéndose a él como "Pepe", el ministro reveló la reacción que, meses atrás, el poeta y novelista tuvo al enterarse del premio, dotado con 125.000 euros: "Ya me tocaba". Ya le tocó.